Descansó una
mano sobre mi vientre, apretando con suavidad toda aquella zona que su miembro
había tomado de mí. Ofreciéndome calor. Un efecto calmante.
- ¿Lo notas,
ángel? ¿Me sientes dentro de ti? –preguntó sintiéndose dueño y seguro de la
situación.
- Sss… sí –lo
sentía tan aferrado y poderoso dentro que apenas podía articular palabra.
Tomó de nuevo
mis piernas y deslizó su falo hacia fuera. Las paredes de mi sexo temblaban al
notar como él se retiraba lentamente, luego empujó en una larga embestida en un
golpe largo y completo. Sin poder evitarlo gemí echando la cabeza hacia atrás mientras él
apretaba hasta llegar al fondo. ¿Hasta dónde podía llegar? Lo podía notar tan dentro de mí…
- Así me
gusta, Nora. No te cierres y el dolor cesará.
Patch no
podía controlar su creciente urgencia. Apretando mis muslos los levantó más
hacia él mientras empezaba a penetrarme con ritmo, moviéndose de dentro hacia
fuera más rápido. Mis
manos descansaban a ambos lados haciendo la mayor fuerza por mantenerse firmes
en aquella mesa. Apreté los labios intentando reprimir los gemidos, pero era
absurdo y Patch lo sabía.
- Bien, Nora.
Déjate llevar –repetía entre gemidos.
Arquee la
espalda por completo levantándome más hacia él. Sin poder evitarlo no dejaba de
gemir descontroladamente mientras pronunciaba su nombre. Su pelvis y sus testículos
chocaban sin piedad en el portal de mi sexo mientras me empalaba a un ritmo
devastador.
El dolor quedaba apagado por el
enorme placer que Patch con cada embestida me provocaba. Era un eco que
encontraba cada vez que su pene se sumergía por completo en mi interior sin
clemencia.
Lo apretaba y lo acobijaba
dentro de mí mientras me cabalgaba empujando con más fuerza. Ambos respirábamos
descontrolados y agitados directos hacia el éxtasis.
- Patch, por
favor… -gemía. Me estaba volviendo loca. Mi cuerpo ardía lleno por tanto
placer.
- No puedo
parar… -parecía descontrolado.
Intentaba ser
lo más suave posible pero bombeaba en mi interior sin piedad, de forma casi
salvaje, con su mirada hambrienta. Jadeando dominados por la necesidad de
nuestros cuerpos hasta llegar al clímax. Unidos. Complementados.
Prácticamente
al mismo tiempo.
Como una unidad. El orgasmo fue tan desbastador
que nos hizo estallar con un temblor violento envueltos en gritos de
satisfacción.
Mi sexo apretaba con tanta
fuerza su miembro que podía notar su liberación corriendo dentro de mí,
llenándome. Patch se derrumbó sobre mi cuerpo controlando su peso, ambos con
respiración agitada y envueltos en espasmos. Su pene reposando en mi interior. Notaba su aliento y respiración
dificultosa sobre mi cabello.
- ¿Estás
bien, Nora?
- Mmm… Siento
que he corrido una maratón –reí.
Patch sonrió
y abarcó con una mano un lado de mi rostro y acarició con sus labios, nariz y
mejilla, mi cara. Parecía un gatito ronroneando encantado.
- Siento
haber sido tan egoísta. Debí dominarme, era tu primera vez y no podía ser tan
rudo y… .-
- Shhh… -lo
interrumpí con mi dedo en sus labios para que no siguiera por ahí.
- Te amo
tanto Nora, que lo último que quiero es hacerte daño.-
- Ha sido
maravilloso –tomé con mis manos su cara–. Yo también te amo.
Lo besé. Nos
besamos. Saboreando cada segundo. Imitando con nuestras lenguas el coito que
hasta hace muy pocos minutos nos hizo arder unidos íntimamente.
- Quisiera
quedarme así contigo para siempre -lo abracé.
Acción que me
recalcó que aún continuábamos unidos. Patch rió con esa mirada picara y alzó una ceja. Se incorporó por
completo.
- Puedo
arreglar eso. –retiró lentamente de mi interior su verga a mala gana.
Cuando lo
hizo sentí que me quedaba vacía, anhelando que estuviera por siempre enterrado
dentro de mí.
Me tomó en brazos. Los dos
totalmente desnudos y caminó hasta llegar aquel enorme sofá que se hallaba en
la habitación. Se sentó y con cuidado me colocó a horcajadas sobre él.
¡Oh Dios! Al verme cara a cara frente a
él, expuesta mi desnudez, de forma irracional después de lo que acabamos de
vivir juntos en aquella mesa, me ruboricé como una tonta y de manera
inconsciente intenté cubrir con las manos mi cuerpo. Patch sujetó mis muñecas para
impedírmelo y en ese pequeño forcejeo comprobé como volvía a ponerse duro como
piedra. Abrí los ojos de par en par al notar la evidencia de su disposición
para volver a hacer el amor.
- Eres
preciosa, y además, no creo que vaya a ver algo que ya no haya visto -su voz
era dulce pero con un toque de reprimenda. ¿Es que era inagotable?
- Quiero más
de ti, ángel –dijo con sus labios sobre mi piel. Besando mi cuello.
Tragué saliva
y me mordisqueé el labio inferior planteándome si podría tener más sexo esa
noche y no terminar en urgencias por un desgarro. Por varias razones, Patch era
muy grande, mi cuerpo era novato en estos temas y para finalizar precisamente
suave no podría llamarse la palabra para definir como habíamos hecho el amor. Pero… ¿Para qué negarlo? Lo deseaba
tanto. Y al igual que él, quería mucho más esa noche. ¡Y todas!
- Prométeme,
que mañana podré andar –bromeé. Patch soltó una carcajada.
- Te lo
prometo Nora. Nunca he deseado tanto a una mujer como te deseo a ti.
Me besó
apasionadamente, con un gesto que indudablemente quería expresar su posesión
sobre mí. De forma descarada con su lengua en mi interior recreó aquella danza
erótica que unos instantes antes había llevado a cabo en lo más profundo de mi
intimad. Alcé las manos hasta sus musculosos hombros para abrazarlo con fuerza. Me di cuenta entonces que mi
tacto en su espalda no me transportaba a sus recuerdos. ¡Ah, claro!, debía ser otro de
los requisitos, –o regalos.
- "obsequios
de la casa". –Dijo Patch sobre mis labios.
Nada podía
distraer o interrumpir esa noche. Dejé de lado mi reflexión, cuando hambriento de deseo, Patch tomó
con sus manos mis senos, que debido a la excitación los notaba pesados. Mis
pezones se erguían de nuevo para él.
- Me vuelves
loco. Te haría el amor toda la noche -gruñó con la boca en mi garganta antes de
descender hasta mis pechos.
- No pares…
-le pedí.
Me
atormentaba con el placer de su boca en mis pezones, jugueteando con su lengua
y con sus dientes sobre mi piel tan sensible. Gemía por tal oleada de
sensaciones.
Llevé mis dedos hacia su pelo y
lo aferré con fuerza contra mí, invitándolo a que no se detuviera. Para
incrementar aún más el enloquecedor placer, Patch bajó una mano hasta mi
entrepierna haciéndome gimotear de gozo con aquellas caricias tan expertas. Mi
cuerpo revivió con una inmediatez casi dolorosa y una intensa punzada de deseo
que hizo que mis músculos se contrajeran. Una dulce agonía de deleite que me
dejaba sin aliento provocándome oleadas de éxtasis.
Jadeaba con mis
labios pegados a su hombro. Aprisionado con mis manos su espalda. Mi deseo iba aumentando hasta
un grado casi insoportable y de forma desinhibida empecé a mover las caderas a
un ritmo que acaba de descubrir aquella misma noche.
- Como sigas moviéndote
así Nora, no tendré control y te tomaré sin piedad -rugió entre dientes con
agonía.-
-Por… por
favor –imploré.
Patch lamio el lóbulo de mi
oreja izquierda, pegó sus labios a mi oído y susurró.-
- ¿Me estás
rogando, ángel?...-
- Yo… -la
garganta se me secó mientras lo miraba con ciega pasión.-
- Quieres más
–contestó él con satisfactoria convicción.
Entonces tomó
mi mano y la llevó hacia abajo, hasta su dura, larga y palpitante erección,
asombrándome y sobresaltándome.
- Quieres que
te tome de nuevo, ¿verdad? –Pregunto con una sonrisa vibrantemente divertida –.
Que te posea.
De tamaño
considerable, la piel de su miembro era suave como el terciopelo y estaba
caliente y muy tensa. Estaba envuelto aún también con la miel y la humedad de
lo que había sucedido en la mesa de billar, cuando estuvimos unidos tan
íntimamente.
- Acaríciame,
Nora.
-Alcé la mirada hacia Patch con
abrumadora timidez.
- Yo te
enseñaré –respondió con voz ronca. Apoyó su mano encima de la mía y guió mis movimientos. Arriba,
abajo. Estaba tan duro como piedra e hirviendo.
Continué
acariciándolo imprimiendo un ritmo suave. Patch abrió un poco la boca y un
gemido escapó de sus labios, mientras se balanceaba ligeramente.
- Nora –sus
ojos negros como el azabache resplandecieron con inmensa lascivia. Me guió para que centrara la
fricción en la cabeza de su pene y lo presionara con mayor fuerza. Patch echó la cabeza hacia
atrás y soltó un largo gemido que acompañó a continuación de una maldición.
- No puedo
esperar más, no contigo –me apartó la mano de su erección, como si mi tacto
quemara.
Temblé,
quizás no lo estaba acariciando bien, quizás…- Lo … lo siento. Puedo…
Patch detuvo
mis palabras llevando mi mano hasta su labios y lamió la mezcla de nuestros
sabores. Mordisqueó mis dedos y terminó con un enfebrecido beso justo en el
anillo que tenía grabado nuestros nombres. "Nora y Jev". Probé el acaramelado sabor de nuestra pasión en su boca. Haciéndome abrir los ojos de par en par. Aquel gesto resultó muy erótico.
- Lo estás
haciendo muy bien… solo que… no tengo el suficiente autocontrol contigo, cuando
te tengo tan cerca o cuando me tocas –su rostro parecía tenso, atormentado,
como si se le fuera la vida en dominar sus instintos.
El rubor
recorrió mis mejillas. La oscura vibración de su magnetismo era muy potente al
tiempo que peregrinó con manos insistentes mi piel. Desde la cabeza, bajando
lentamente hasta tocar su propia verga. Tanteó con su poderosa erección mi húmeda abertura. Dejé escapar
un pequeño grito. Me ayudó a levantarme lo suficiente para introducir unos
pocos centímetros en mi interior su pene. Gruñó.
- Sujétate
fuerte a mí, Nora –se recostó un poco hacia un extremo del sofá, quedando casi
acostado conmigo encima de él, a horcajadas.
Nerviosa y
con el corazón desbocado intenté no moverme, evitando que se clavara por
completo en mi interior.
- ¿Así…?
–pregunté acalorada.
- Sí.
–respondió con insolente sonrisa mientras pellizcaba uno de mis pezones–.
Móntame, Nora. Cabálgame.
Anhelando lo
que me ofrecía apoyé mis manos sobre su pecho y me deslicé con total lentitud
hacia arriba y hacia abajo. Pero no por completo. Hasta la mitad de su
longitud. Repetidas veces. Patch apretaba los dientes con evidente agonía en su cara. Me
detuve y lo miré con cara de disculpa a aquellos ojos tan oscuros como una
noche de invierno.
- Hummm… Como
sigas así conseguirás hacerme enloquecer –lamentó ahogando un gruñido.
- Quizás
necesite unas lesiones más –mostrándole la mejor de mis caritas de niña buena
acompañada de un rubor.
Insinuándole también sin pensarlo con aquellas palabras
que estaba más que dispuesta a que aquello se volviera a repetir y que él fuera
mi instructor en esa materia. Quería hacer el amor con Patch todos los días de
mi vida.
- Mmm… creo
que no me importaría repetir curso en esta asignatura contigo como profesor
–dije retraída pero con valor.
Patch reía
indolentemente.
- Es adictivo, ¿verdad? El
sexo. Una vez que lo pruebas quieres más, sobre todo cuando hay sentimientos.
Cuando haces el amor.
Recorrió con
las yemas de sus dedos mis pechos, bajando por los laterales de mis costados
hasta posar sus fuertes manos en mis caderas, rodeándolas hasta llegar a mis
nalgas. Las masajeó con deleite para a continuación ahuecarlas y con firmeza y
sin dificultad alzarme hasta salir casi por completo de su falo.
- Como nosotros
ahora… -Y entonces Patch con un único movimiento me empaló hasta el fondo.
Penetró mi carne íntima, cálida y húmeda, con su virilidad firme y dura. De mi garganta brotó un
estallido de dolor que se desvaneció al instante, dejando entrar sensaciones de
vehemencia y frenesí. Patch
ladeó un poco la cabeza, dejando escapar un estallido. Satisfacción. Angustia.
- Me gustaría
tanto tenerte así por siempre.
- Hazlo y no
me dejes. Nunca –murmuré mientras me mordía el labio intentando acallar mis
gemidos.
S.M. Afonso