16 de junio de 2011

Crescendo- Capitulo 3 Bonus


                              Lo que no leíste de Crescendo!
                                               Especial!

 


Fui a la cocina, encendí la luz y mis ojos automáticamente se dirigieron al pedazo de papel a la izquierda del mostrador. Encuéntrame en el estacionamiento. La nota fue garabateada con la mano perezosa de Patch.
Me embolsillé la nota y me acerqué a la bahía de la ventana en la sala de estar. El Jeep Commander negro de Patch estaba estacionado en la acera en frente de la casa, una llovizna fina se tamizaba a través de los faros.
Marqué al celular de Patch.
–Pensé que no había más tiempo para estar juntos –le dije; sonando un poquito pretenciosa.
Obviamente yo seguía ofendida y confusa.
–Tenemos un problema.
–¿Qué tipo de problema?
–Ponte ropa seca y baja.
–¿Y si no lo hago?
–Todavía sigues enojada conmigo? –había un poco de sonrisa en su voz.
–¡Yo no estoy molesta contigo! ¿Y qué importa? Si tú diste por terminado todo entre nosotros.
Más risas. –¿Di por terminado? ¿Pensaste que estábamos juntos? ¿Oficialmente?
Mi cara chisporroteaba. –¡No! –Por supuesto que pensaba que estábamos juntos oficialmente. Patch me dijo que no estaba viendo otras chicas, y yo no estaba viendo a otros chicos, lo que significaba que estábamos juntos.
–Cámbiate y baja – dijo Patch–, o voy a cambiarte yo mismo.
–Muy gracioso.
En el otro lado de la bahía de la ventana, Patch se bajó del Jeep.
–¡Bueno, bueno! –Le dije –, estaré abajo en cinco minutos.
En el baño, me saqué la ropa y la colgué en barra de la ducha para que se secara. Me sequé con una toalla que estaba afuera y caminé por el pasillo hasta mi habitación, pero la puerta no se abrió. Por cierto la manilla se negó a ceder, podría decir que había sido cerrada por dentro.
Le marqué a Patch.
–Mientras estabas aquí, sembrando tu nota, ¿Me cerraste la puerta de mi habitación? –Le dije –¿Y qué estabas haciendo en mi habitación de todos modos?
–No me acerqué a tu dormitorio. ¿Es una cerradura estándar?
–Sí.
–¿Tienes una horquilla?
-No y no tengo un clip para papel tampoco.
–Vendré a echar un vistazo después de que hayamos terminado. Ya estamos retrasados.
Pasé un pequeño momento preguntándome para qué se nos hacía tarde, pero yo tenía una preocupación más acuciante. –No tengo nada de ropa. Ni siquiera la ropa interior. Llevo mi toalla, eso es todo.
–¿Eso es una invitación para que entre?
El teléfono móvil se deslizó una pulgada a través de mis dedos. –Sólo una queja. Tengo que acceder a mi armario.
–¿Quieres mi ayuda?
Quería ropa limpia y seca. Y si tenía que permitir que Patch entrara en mi apartamento, mientras que sólo llevaba una toalla, pues que así sea. Nada va a pasar. Esto solo era un incómodo caso de no tener a nadie, excepto un chico muy caliente y que no está disponible sino para una situación extrema.
–Voy –dijo Patch.
Apreté de nuevo mi ropa mojada al momento en que hubo un golpe en la puerta principal.
–¿Eres tú? –Llamé a Patch a través de la puerta.
–No. Es Jack el Destripador.
Eso no fue gracioso porque a pesar de que nunca había visto una fotografía de Jack el Destripador, no sería difícil imaginar que lucía como Patch. Oscuro, con cabello ondulado. Penetrantes ojos negros. Una boca que acaba con cualquier pasado decente cuando este sonreía.
Abrí la puerta y Patch pasó. Vestía pantalones vaqueros desgastados y una camisa gris enrollada hasta los codos. Su típica roída gorra de béisbol completaba el atuendo.
Miró por encima de mí. –¿Dónde va la toalla?
Le dije, –Haz lo tuyo, voy a vestirme, y podremos estar fuera de aquí en cinco minutos.
–Lo mío me toma un poco más de cinco minutos –dijo Patch–. Dame veinte, y te prometo que voy a hacer que valga la pena.
–Sólo abre la puerta.
–Para el historial –dijo Patch, caminando por el pasillo hacia mi habitación–, yo no rompí contigo. Dije que debíamos enfriar las cosas hasta después de Jeshván.
–Tú dijiste que no debíamos vernos más.
–Dije que no debíamos ser vistos juntos.
–¿Así que... estamos juntos?
Patch se detuvo y miró por encima del hombro, nuestros ojos se conectaron. –No estoy besando a otras chicas, si eso es lo que estas preguntando.
Mi pulso se aceleró.
–Esto no se trata sólo del Jeshván –le dije–, los dos sabemos que no me has dado toda la historia. Si crees que no me di cuenta de que has venido en torno a un mucho menos, pues piensa de nuevo –. Esta no era vaga acusación. En los últimos dos días, apenas había visto a Patch. Echaba de menos tener que cruzarnos momentos espontáneos durante el día, y lo extrañaba diciendo buenas noches después del anochecer.
–No necesitas conocer toda la historia.
–Eres indignante.
Él dio la más mínima sonrisa. –Es una cuestión de seguridad.
–¿Desde cuándo tienes miedo del peligro?
–Desde que te involucra a ti.
Un ligero escalofrío ondulado penetró hasta mis huesos. –El año pasado fui perseguida por un asesino vengativo y tu ex psicótica, puedo manejar el peligro.
Patch me apoyó contra la pared. Sus manos estaban sobre mis hombros, su cuerpo a un milímetro de distancia de tocar el mío. Una gota de lluvia cayó desde su pelo y aterrizó como el hielo en mi clavícula.
–Hay todo tipo de peligro –dijo, sus labios rozaban los míos –. Tú apenas y te has metido en ellos.
Luego se apartó, agarró la manilla de la puerta del dormitorio, empujó con firmeza el hombro a la puerta y la abrió con un crujido astillado. Pasó el interruptor de luz, pero la habitación se quedó oscura.
–La luz se quemó –dijo Patch–. Si tienes un repuesto, lo puedo cambiar ahora.
Me retorcí pasando más allá de él y seguí para el armario, sintiendo mi camino hacia abajo los bastidores de ropa. –Voy a arreglarlo más tarde. ¿A qué vamos esta tarde? –Cerrando la puerta del armario entre nosotros, me tiró un par de pantalones vaqueros, una sudadera con capucha y una camiseta ajustada. Debido a que estaba lloviendo, opté por zapatos de tenis y una cola de caballo, deseché la idea de una nueva capa de rimel.
–Le di un vistazo a la pandilla con la que Scott Parnell estaba involucrado en Portland –dijo Patch–. Fui evadido. Nadie quiere hablar. Nadie está dándome toda la información.
–Quizás no la pediste muy amablemente –dije a través de la puerta.
–Yo nunca lo pido amablemente, Ángel.
–Tú me lo pediste amablemente.
Se rió en voz baja, íntimamente. Despertó una sonrisa en mí… y luego rodee mis ojos. Caer bajo el hechizo de Patch era lo último que necesitaba hacer en este momento, especialmente atrapada en una oscura habitación con él. Una habitación cuya principal pieza de mobiliario era una cama.
Abotone la parte superior de mis pantalones y abrí la puerta. –Listo.
Una luz se filtraba por la ventana al otro lado de la habitación. Patch estaba tendido en mi cama, las manos cruzadas detrás de su cabeza. Mi almohada estaba metida debajo de él, prometiendo que su olor permanecería ahí después cuando tratara de dormir. Y en ese momento supe exactamente lo que había soñado.
Sacudí las especulaciones de más detalles. Obviamente yo aun tenía sentimientos por Patch, pero no quería ser el perro que persigue su cola, corriendo en círculos y volviéndose loco por algo que estaba fuera de alcance. –Entonces, ¿Cuál es el trato con Scott y la pandilla en Portland? –Pregunté.
Patch columpió sus pies en el borde de la cama. –Eso es lo que vamos a averiguar.
–¿Obtendré mas detalles?
–Te lo explicaré en el camino.
Bajamos las escaleras, salimos del edificio y corrimos al otro lado del estacionamiento a través de la lluvia.
Estaba por abrir la puerta del lado del pasajero del Jeep cuando Patch se apoderó de mi codo, deteniéndome.
Apretó algo en su llavero y dijo, –Ahora es seguro.
–¿Qué fue todo eso?
–Tomé mi seguridad a un nivel superior. Quería hacer que fuera difícil para alguien manipular el Jeep. Es mi trabajo protegerte –miró de reojo–. Me tomo mi trabajo seriamente.
No pude saber si mi estremecimiento fue por sus palabras, o la lluvia se filtró a través de mi piel.
–Dime lo que sabes acerca de Scott.
–Creo que estamos viendo algo un poco mas organizado que una pandilla.
¡Lo sabia! –¿La mafia?
Patch sacudió la cabeza, sonriendo débilmente. –Por ahora, vamos a llamarlo una sociedad. Una muy organizada, muy funcional sociedad.
–¿Te refieres a una sociedad secreta?
–Me refiero a una sociedad de sangre. Nadie quiere decirme algo, lo cual significa que la sociedad inculca una cantidad decente de miedo y tienen algo que ocultar.
–¿Entonces que vamos a hacer?
–Vamos a animar a Scott a abrirse. Justo ahora, él sabe más que nosotros. Vamos a cambiar eso.
Esto sonaba ligeramente más a El Padrino, de lo que prefería.
–¿Qué, exactamente, vamos a hacer? –Pregunté, imaginando a Patch arrastrar a Scott a un callejón oscuro y dispararle en las rodillas hasta que escupiera todos los secretos que había guardado.
–Maneja hasta Springvale y detente en un juego de Pool en el centro.
Springvale era mas o menos del tamaño de Coldwater y a unos veinte minutos más hacia el interior, –¿Yo pensaba que no podíamos ser vistos juntos en publico?
–No vamos a ir juntos. Tú entraras sola. Actúa gratamente sorprendida cuando veas a Scott y pégate a él toda la noche.
–¿Cómo sabes que Scott estará ahí?
Patch empujó la llave en la ignición y encendió el motor.
–Scott tiene un problema con el juego.
–¿Y tú no?
La esquina de la boca de Patch se inclinó hacia arriba. –La diferencia es, que yo gano.
–Está bien, entraré y actuaré sorprendida. ¿Qué vas a hacer tú?
Se puso un par de gafas de aviador y puso el Jeep en reversa. –Si te lo digo, arruinaría la sorpresa.
–¿Por qué siempre tengo que ser sorprendida?
Él sonrió. –Te ves linda cuando eres sorprendida.

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