Sobre el escritorio
había un libro de jugadas, así que me entretuve con él, dibujando un partido
mientras sentía a Nora acercarse.
Cuando estuvo frente a
mí, contuve las ganas de soltar una risotada. Después de todo, no sería común
que el entrenador se riera de ella en estas circunstancias, y no quería que
acudiera a un personal de rango mayor. Sería un poco más problemático tener que
fingir ser la directora o alguien de igual importancia.
―Dime, Nora. ¿Qué puedo
hacer por ti? ―le pregunte, de la misma forma que el entrenador lo hubiera
hecho.
Aunque claro, tampoco me
preocupaba imitarlo a la perfección. El truco que puse en su mente se haría
cargo de todo.
―Quiero decirle que la
nueva disposición en clase y el nuevo plan de trabajo me incomodan―dijo ella,
con total serenidad.
Enarqué las cejas, y
obtuve una postura mucho más cómoda en lo que a mí respectaba: empujando la
silla hacía atrás y entrelazando las manos detrás de mi nuca.
―A mí me gusta la nueva
disposición. Casi tanto como este marcaje hombre a hombre que estoy preparando
para el partido del sábado―dije, admirando el trabajo que había hecho. Sin
ninguna duda, que milagrosamente alguien haya dibujado un marcaje perfecto en
el libro sería extraño para el entrenador. Pero luego de que mi malditamente
perfecto ingenio le diera la victoria, olvidaría ese hecho. Estaba seguro.
Nora dejó caer algo en
la mesa, y levanté la vista para observar una copia del código de conducta del
instituto y los derechos de los estudiantes sobre la mesa. Tuve que morderme la lengua para no
reír. Sabía jugar muy bien su juego.
―La norma dice que
ningún alumno debería sentirse amenazado dentro del colegio―dijo.
Sentí como si me fuera
abofeteado. Me costó un montón no mostrar signos de mi incertidumbre. ¿Se
sentía amenazada? ¿Por qué? Bueno, yo la había asustado en algunas ocasiones,
pero ¿Amenazada? ¿Por mí?
De pronto desee haberla
tratado mejor desde un principio.
Bueno, pero ¡maldita
sea! ¿Por qué? Mientras más rápido se hiciera a la idea de que era peligroso
para ella, mejor. Pero aun así, una parte de mí no lo quería.
― ¿Te sientes amenazada?
―pregunté.
―Me siento incómoda. Y
quisiera proponer una solución. ―Guardé silencio. Bueno, eso está mejor. La incomodidad siempre
es más fácil de controlar pensé.
E imaginé nuevamente mis labios sobre los suyos, y cerré los puños con fuerza
para contenerme de abalanzarme sobre ella y… hacer cosas indecorosas.
Afortunadamente, no esperó a que siguiera hablando, porque continuó―Me ocuparé
de la tutoría de cualquier alumno de Biología si vuelve a sentarme al lado de
Vee.
¿Qué? ¿Tener que
compartirla? ¿No sentarme más a su lado? ¿Tener que soportar como Vee la
lanzaba a los brazos de un desconocido solo porque si? Estaba loca.
―Patch podría necesitar
un tutor. ―me limité a decir.
Casi me sacó la lengua.
Casi.
―Eso queda
descartado―dijo.
¿Cómo era que de pronto
quería evitarme a toda costa? ¿Por qué?
― ¿Lo has visto hoy?
Estaba implicado en la clase. En todo el año no le había oído decir una sola
palabra, pero ha sido sentarlo a tu lado y… ¡bingo! Su calificación en esta
asignatura va a mejorar―Aunque tampoco era que me interesara la asignatura en
absoluto.
―Y la de Vee va a
empeorar.
Bufé ligeramente. Al
parecer no lo había notado.
―Es lo que pasa cuando
no puedes mirar a tu lado y encontrarte con la respuesta correcta―dije.
―El problema de Vee es
la falta de constancia. Yo le echaré un cable―dijo.
―De momento seguiremos
así. ―miré el reloj. Mierda, el entrenador ya debería estar por regresar.
―Llego tarde a una reunión, ¿Algo más?
Pareció pensarlo, pero
no tenía nada más a lo que aferrarse.
―Esperemos unas semanas
a ver qué pasa―Tendría que enamorarla demasiado pronto―Ah, y lo de darle clases
particulares a Patch iba en serio. Cuento contigo.
Me levanté del
escritorio y salí del aula en dirección al estacionamiento, justo cuando
observaba al entrenador pasar por el otro pasillo. Demasiado cerca, pero lejos
de notar algo.
Subí a mi Ducati y
aceleré en dirección al Delphic.
―Vaya, hasta que
apareces.
Me giré para ver a Rixon
bajar del Arcángel.
―Pensé que no te atraía
el arcángel―le dije.
Se encogió de hombros.
―Solo estaba probando
que se siente. Tienes razón, recuerda los viejos tiempos. ―dijo.
Comencé a caminar en
dirección a mi casa.
― ¿Te suena el nombre de
Nora Grey? ―preguntó de pronto.
Me quedé congelado.
―Creo que es el nombre
de esa pelirroja que tanto te gusta. Es su nombre, ¿No? ―dijo él.
Me giré sobre mis
talones, y comencé a caminar en su dirección con los puños cerrados, y el ceño
fruncido. ¿Pero qué mierda? ¿Cómo Rixon conocía su nombre completo?
―Vaya, deja tus celos
niño malo. No es conmigo con quien tienes problemas―dijo.
Me detuve.
― ¿Con quién entonces,
sino?
Se encogió de hombros,
restándole importancia.
―No sé quiénes son.
―Quienes son… ¿Quiénes?
Me estaba exasperando.
―Chicos. Dos. Los
escuché hablando sobre ella, y un ataque. ―dijo él.
Me quedé pasmado.
― ¿Ataque? ¿Qué ataque?
―pregunté. Volvió a encogerse de hombros. ―Rixon, más te vale que digas todo lo
que sabes si no quieres hacerle una visita de urgencia al odontólogo más
cercano.
Soltó unas carcajadas.
―Vale, vale, tranquilo.
Lo único que escuché fue que ya habían encontrado a Nora Grey, y que lo más
probable es que la atacaran hoy en la biblioteca. Al parecer saben que ella y
su amiga estarán allí. Y… oye, venga ¿A dónde vas? ¡Patch! ―gritaba.
No le presté atención.
Corrí de nuevo hacía mi
Ducati, y aceleré en dirección a la biblioteca.
No podía permitir que
algo le pasara a Nora. No todavía.
Llegué a la biblioteca
justo a tiempo, a mi parecer.
Nora se encontraba en
una de las mesas junto a Vee, y todo parecía Normal. Me encaminé hacía donde se
encontraba la bibliotecaria. Si estaba en la biblioteca, bueno, tenía que tener
un motivo.
―Quiero llevarme un
libro―le dije.
La bibliotecaria enarcó
una ceja.
― ¿Qué libro? ―preguntó.
Mierda.
―Eh, uno de
historia―respondí.
Ahora enarcó las dos
cejas.
― ¿Nombre del libro?
Bueno, maldita sea.
―Da igual. Solo deme un
puto libro. El que sea―le dije.
Ella se ruborizó.
Unos pocos minutos
luego, estaba de regreso con un libro en las manos. Me lo entregó, y nuestros
dedos se rozaron. Pude sentir como su cuerpo se estremecía.
Sí, este era el efecto
que causaba en las mujeres.
― ¿Algo más que te pueda
ofrecer? ―preguntó.
Enarqué las cejas ante
su insinuación, y solté media sonrisa.
―Sí, supongo que sí―le
dije.
Me sonrió esperanzada.
―Mira detrás de mí―le
dije, cortando su ensoñación. ― ¿Notas a alguien extraño? ¿Alguien que tenga
pinta de estar siguiendo a alguien más?
Vi la clara decepción en
su mirada, sin embargo comenzó a barrer la biblioteca con sus ojos.
―Lo siento, no…―dijo.
Bueno, de seguro Rixon había escuchado mal. Me prepare para irme―Espera, allí
hay un chico (Creo que es un chico) extraño. Tiene una sudadera con capucha que
le cubre el rostro―dijo.
Bingo.
Miré unas tarjetas que
reposaban en el escritorio.
― ¿Tu número? ―pregunté,
señalando las tarjetas. Ella asintió, ruborizada. Tomé una tarjeta―Tal vez un
día te llame.
Salí de la biblioteca, y
me escondí junto al coche de Vee, en la oscuridad, esperando. Pasaron unos
largos minutos en lo que la desesperación me carcomía hasta que al fin las vi
llegar.
Luego de que Nora y su
amiga desaparecieran, lo vi.
Echó a correr antes de
que pudiera ver quién era, o de entrar en su mente siquiera, y me recorrió el
cuerpo entero un escalofrío.
Si estaba detrás de
Nora.
Y no era humano.
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