Ya había anochecido.
Dejé de contemplar el cielo y bajé de un salto del Arcángel. La noche estaba fresca y tediosa.
—Me pregunto que tendrá esta instalación, que te mantiene sobre ella tanto rato—dijo una voz detrás de mí.
—Me gusta ver todo desde arriba. Me recuerda los viejos tiempos—le respondí.
Rixon dio unos pasos hacia el Arcángel, observando su altura.
—Sí, suponía que era algo como eso. Por cierto, ¿Dónde has estado? ¿Acostándote con meseras otra vez? —preguntó.
Enarqué las cejas.
—No veo como puede importarte lo que haga—le dije.
Medio sonrió.
—Ya, ¿Aún enojado por lo de la amiga de aquella pelirroja? Tuvo suerte de que fuera su amiga, y no ella misma. La verdad es que estaba bien buena. La pelirroja, me refiero—dijo él.
No le di tiempo siquiera de pestañear, eché el brazo hacia atrás y con toda la fuerza que tenía aterricé el puño en su mandíbula. Rixon salió disparado unos cuantos metros hacia atrás, escupiendo sangre.
—Imbécil, me has roto un diente. —dijo.
Fingí estar indignado.
—Que mal, de verdad. Mi intención era romperlos todos—medio gruñí.
—No sé qué mierda es lo que te está pasando… Cada vez que menciono a la pelirroja o a su amiga te pones… activo. ¿Qué pasa Patch, te gusta? —preguntó, riendo, como si la idea de aquello fuese completamente ridícula.
—Bueno, si quieres acostarte con ella, pues… Está bien, dejaré de espiarla en las noches mientras se desnuda—dijo él.
Lo miré incrédulo, con la sangre comenzando a hervir.
—Que tú… ¿Qué has dicho? —exigí.
Sonrió burlonamente. Una sonrisa que daba a entender que no te arrepentías de nada de lo que habías hecho, aún cuando fuera una estupidez.
—Te dije que estaba bien buena—fue lo que dijo.
Arremetí contra él. Lo golpee en las costillas, el estomago, la mandíbula, golpee su cabeza contra el suelo, rasgué cada centímetro de su piel con mis golpes.
Lo inmovilicé bajo mi cuerpo.
—Escucha bien lo que te voy a decir, porque no voy a volver a repetirlo—dije, apretando su garganta con fuerza. Rixon reía, pero estaba nervioso—Ella es mía, ¿de acuerdo? Si vuelves a acercarte a ella, te arrancaré las piernas. Si te atreves siquiera a mirarla, te arrancaré los ojos. Y si tienes intenciones de tocarla, te juro entonces, que voy a matarte con mis propias manos. ¿Te ha quedado claro? No te quiero cerca de ella—gruñí.
Lo solté, y me levante, limpiando mis manos ensangrentadas.
—Mierda, Patch, tardaré semanas en curarme. Esto alejará a las chicas—dijo él.
Pues bienpensé.
Me alejé de él en dirección a la salida del Delphic. En cualquier minuto darían entrada a los humanos al parque.
Consulté mi reloj y me di cuenta que Nora no me había llamado aún. ¿Por qué no lo había hecho? De seguro estaba tratando de reprimirse. Si, eso es lo que pasa. Llamarápensé.
Me subí a mi Ducati Streetfighter y aceleré en dirección al salón de Bo., donde seguro me esperaba algo bueno.
Al llegar al lugar, me adentré en él colocando un billete de veinte dólares en la mano del portero. Seguí mi camino sin detenerme dándole a entender que se quedara con el cambio. Bajé a la sala de billares, y me encontré con que un grupo de tipos que creían tener apariencia mortal me esperaba. Sonreí para mis adentros al ver sus rostros. Pensaban que me intimidaban.
—Buenas noches, caballeros—dije, sonriendo ante la palabra "Caballeros"
—Vaya, Albert nos ha dicho que eras realmente peligroso, pero no te ves lo suficientemente fuerte para serlo. ¿Seguro que sabes jugar Billar? Esto no es un juego de muñecas—dijo el más grandote.
No entendí exactamente que tenía que ver la fuerza con el juego, pero reí incrédulamente con su suposición de que no era "fuerte".
—Algún día dejaré que te hagas tus propias ideas—prometí.
Tomé el taco de billar de siempre, y lo preparé para la jugada.
—Y bien… ¿De qué estamos hablando? —pregunté.
—Un yate—dijo uno de ellos.
—Pensé que habría algo más valioso. —dije.
— ¿qué más puedes querer? —preguntó otro de ellos.
Dirigí mi mirada al fondo, donde un grupo de mujeres se encontraban observándonos. Bueno, observándome a mí, para estar claros. Les sonreí.
Entre ellas se encontraba una pelirroja de mediana estatura, sus cabellos estaban claramente con un falso rizado. Contuve un gemido de sorpresa. Me recordaba a… Nora.
Volví a revisar mi teléfono y no había llamadas aún.
— ¿Y bien? —preguntó el mismo tipo de hace un rato.
—No importa. El yate es suficiente—dije, volviendo al juego.
—Bueno, ¿Qué apostaras tú? —preguntó otro de ellos.
—No creo que sea necesario apostar nada, ya que no seré yo quien pierda. Pero si tanto quieren saber… una Ducati Streetfighter—dije.
—Prepárate a perderla entonces.
Sonreí. Era agradable apostar contra alguien tan arrogante. Hacía que el juego se tornara un poco divertido. Mi teléfono sonó.
— ¿Si? —contesté, sin mirar el número.
—Llamo para ver si podíamos quedar esta noche. Dijiste que estabas ocupado, pero…
Tuve que utilizar todo mi autocontrol para no explotar en carcajadas.
—Nora. —Contesté, con un suspiro de alivio y diversión. — Creí que no llamarías nunca—Le dije, recordándole sus palabras.
—Bien. ¿Podemos quedar o no? —preguntó.
—Resulta que no puedo—dije, observando a lo tipos que me miraban frustrados.
— ¿No puedes o no quieres? —preguntó, exasperada.
—Estoy en medio de una partida de billar—dije, conteniendo la risa aún—Una partida muy importante.
— ¿Dónde estás?
—En el salón de Bo. No es la clase de sitio que frecuentas—dije.
Me pregunto si tu testarudez te traerá aquípensé.
—Entonces hagamos la entrevista por teléfono. Tengo un par de preguntas…
Colgué. Tenía poco tiempo para terminar la partida antes de que Nora llegara.
—Bien, terminemos con esto—dije.
Unos 30 minutos después, ya era dueño del yate.
Y Nora aún no aparecía.
Otro grupo de tipos fornidos se acercó para apostar un Ferrari Italia Turbo 480.
Estaba a punto de hacer el tiro ganador, cuando escuché mi nombre.
— ¡Patch!
El taco resbaló entre mis dedos clavándose en la mesa. Mierda.
Inmediatamente entré en la mente de todos los que me rodeaban, haciéndoles ver que había ganado. No quería perder mi Ducati.
Fijé mi atención nuevamente en Nora, y observé que el Portero estaba tratando de sacarla del lugar. Sonreí.
—Está conmigo—le dije al tipo, notando que la sujetaba.
Suéltala Rugí en su mente.
Pareció desconcertado un segundo, y aflojó su agarré. Ella se aprovechó de eso y se acercó a mí, liberándose de los pétreos brazos de aquel hombre.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al verla, y seguí sonriendo.
—Perdona por colgarte. La cobertura aquí no es muy buena—dije.
Me di cuenta de que teníamos demasiado público. Miré a nuestros espectadores y les di a entender que aquí sobraban.
Uno a uno, se fueron alejando del lugar. El último de ellos chocó con Nora, y la hizo trastabillar. Tuve que apretar los puños y concentrarme en mantener la calma para no saltarle encima aquí mismo y partirle el cuello.
Sacudí la cabeza dándome cuenta de lo que había pensado. ¿Qué estaba pasando conmigo?
— ¿Bola Ocho? —Preguntó. — ¿Cómo están las apuestas?
Sonreí. ¿Entablando una conversación?
—No Jugamos por dinero.
― Qué mal. Iba a apostar todo lo que tengo en tu contra. ―Levantó su trabajo, dos líneas ya completas―. Unas pocas preguntas rápidas y me voy.
Fijé mi mirada en el papel.
― ¿Cretino? ―Leí en voz alta, apoyándome en el palo de billar―. ¿Cáncer de pulmón? ¿Se supone que eso es profético?
Se abanicó con el trabajo.
― Asumo que contribuyes a la atmósfera. ¿Cuántos puros por noche? ¿Uno? ¿Dos?
― No fumo.
― Mm-hmm. ―Dijo, colocando el papel entre la bola ocho y la morada lisa. Escribió "Si, fuma puros" en la línea tres.
― Estás jugando sucio. ―Dije, sonriendo ante lo que había hecho.
Hace mucho que no sonreía verdaderamente, no recordaba lo bien que se sentía.
― Espero que no te favorezca. ¿Tú sueño más anhelado? ―preguntó.
No lo pensé mucho. Solo tenía un sueño en la cabeza últimamente. Y, para mi agrado, la haría ruborizar.
― Besarte.
― Eso no es gracioso. ―Dijo. El rojo llenó sus mejillas.
― No, pero te hizo ruborizar.
Se sentó sobre la mesa. Cruzó las piernas, usando la rodilla como tablero de escritura.
― ¿Trabajas?
― Limpio mesas en el Borderline. El mejor mexicano en la ciudad.
― ¿Religión?
Bueno, esa no era mi pregunta favorita. Pero casi esperaba que la hiciera. Puse una mano en mi mandíbula como si estuviera pensando.
― Religión no... Culto.
― ¿Perteneces a un culto? ―parecía sorprendida.
― Y resulta que tengo necesidad de sacrificar a una mujer sana. Había planeado seducirla para que confiara en mí antes, pero si estás lista ahora...
Sabía qué pensaría que me estaba burlando de ella. Nunca creería en la verdad de mis palabras.
― No me estás seduciendo.
― Todavía no he empezado.
Saltó de la mesa y me encaró. La proximidad envió chispas ardientes a mi estomago.
― Vee me dijo que vas en último curso. ¿Cuántas veces has suspendido la biología de segundo año? ¿Una? ¿Dos?
― Vee no es mi portavoz.
― ¿Estás negando haber suspendido?
― Te estoy diciendo que no fui al instituto el año pasado. ―Una vez más, creyó que mentía.
― ¿Faltaste sin autorización?
Tenía la necesidad de responderle sinceramente. Bajé el taco de billar y le hice señas para que se acercara, tal y como hacen los niños cuando quieren contar un secreto. No se acercó.
― ¿Un secreto? ―Dije en tono confidencial―. Nunca antes he ido a la escuela. ¿Otro secreto? No es tan aburrida como esperaba.
Miré su rostro y contuve una sonrisa, sin mucho éxito.
― Crees que estoy mintiendo.
― ¿No has ido a la escuela, nunca? Si eso es cierto, y tienes razón, que no creo que la tengas, ¿qué te decidió a venir este año?
― Tú.
Sabía que eso la haría sentir asustada. Me arrepentí luego de haberlo dicho, pero solo un poco. Era la verdad, pero no quería que saliera corriendo… quería mantenerla allí, de alguna manera.
― Esa no es una respuesta de verdad.
Me acerqué a ella lo suficiente como para que solo hiciera falta una inclinación, si quería besarla. Y quería.
― Tus ojos, Nora. Esos fríos ojos gris pálido son sorprendentemente irresistibles. ―Incliné la cabeza a un lado, estudiándola desde un nuevo ángulo. Mirando sus labios―. Y esos labios sensuales atraen como un imán.
Antes de que pudiera llevar a cabo lo que quería, se alejó. No sin estremecerse ligeramente. Su cuerpo me correspondía.
― Eso es suficiente. Me voy.
Me miró como intentando deducir por qué actuaba así. Supuse que para una humana, mi actitud era sarcástica y engreída. Bien. Eso la mantendría alejada, y así no pondría tantos peros a la hora de matarla.
― Pareces saber mucho sobre mí. ―Dijo―. Más de lo que deberías. Pareces saber exactamente qué decir para ponerme incómoda.
― Me lo pones fácil.
Ella era como un libro abierto, siempre dejaba claro que era lo que le molestaba y lo que no.
― Admites que lo haces a propósito.
― ¿Hacer qué?
― Esto. Provocarme.
Mi mirada que estaba meticulosamente en sus labios, noto el suave fruncimiento de este al decir cierta palabra…
― Repite "provocarme". Tu boca se ve provocadora cuando lo dices.
― Hemos terminado. Termina tu partida de billar. ―me entregó con brusquedad el palo de billar. No lo tomé. Quería que se quedara.
― No me gusta sentarme a tu lado. ―Dijo―. No me gusta ser tu compañera. No me gusta tu sonrisa condescendiente. ―Noté como su cuerpo me decía que estaba mintiendo―. No me gustas tú. ―Dijo, tratando de convencerse más a si misma que a mí, y empujó el palo contra mi pecho.
― Me alegro de que el Entrenador nos pusiera juntos. ―Dije. Pensando en el tipo que se hacía llamar "Entrenador"
― Estoy trabajando para cambiar eso. ―Replicó.
Sonreí ante la idea de que lo intentara. Sabía que el entrenador accedería a su petición, pero si yo influía en su mente, o en la de Nora, eso no pasaría. Mi mirada se desvió a su cabello, y estirando mi mano, dejé caer al suelo lo que tenía allí.
― Un papel. ―le expliqué. Observaba mi muñeca.
― Ese es un desafortunado sitio para una marca de nacimiento. ―Dijo.
Mierda. Bajé la manga casual pero perceptiblemente sobre la muñeca.
― ¿La preferirías en algún lugar más privado? ―pregunté, tratando de distraerla.
Funcionó.
― No la preferiría en ningún sitio. ―Parecía nerviosa―. No me importaría si no la tuvieras en absoluto. ―Realmente estaba nerviosa―. No me importa tu marca de nacimiento, punto.
Bien. Ya tenía suficiente.
― ¿Alguna pregunta más? ―Pregunté―. ¿Comentarios?
― No.
― Entonces te veré en bio.
La vi vacilar, como si quisiera decir algo más. Luego de que se lo pensara mejor, salió disparada hacia la salida.
La observe fijamente hasta que la vi desaparecer.
Dejé de contemplar el cielo y bajé de un salto del Arcángel. La noche estaba fresca y tediosa.
—Me pregunto que tendrá esta instalación, que te mantiene sobre ella tanto rato—dijo una voz detrás de mí.
—Me gusta ver todo desde arriba. Me recuerda los viejos tiempos—le respondí.
Rixon dio unos pasos hacia el Arcángel, observando su altura.
—Sí, suponía que era algo como eso. Por cierto, ¿Dónde has estado? ¿Acostándote con meseras otra vez? —preguntó.
Enarqué las cejas.
—No veo como puede importarte lo que haga—le dije.
Medio sonrió.
—Ya, ¿Aún enojado por lo de la amiga de aquella pelirroja? Tuvo suerte de que fuera su amiga, y no ella misma. La verdad es que estaba bien buena. La pelirroja, me refiero—dijo él.
No le di tiempo siquiera de pestañear, eché el brazo hacia atrás y con toda la fuerza que tenía aterricé el puño en su mandíbula. Rixon salió disparado unos cuantos metros hacia atrás, escupiendo sangre.
—Imbécil, me has roto un diente. —dijo.
Fingí estar indignado.
—Que mal, de verdad. Mi intención era romperlos todos—medio gruñí.
—No sé qué mierda es lo que te está pasando… Cada vez que menciono a la pelirroja o a su amiga te pones… activo. ¿Qué pasa Patch, te gusta? —preguntó, riendo, como si la idea de aquello fuese completamente ridícula.
—Bueno, si quieres acostarte con ella, pues… Está bien, dejaré de espiarla en las noches mientras se desnuda—dijo él.
Lo miré incrédulo, con la sangre comenzando a hervir.
—Que tú… ¿Qué has dicho? —exigí.
Sonrió burlonamente. Una sonrisa que daba a entender que no te arrepentías de nada de lo que habías hecho, aún cuando fuera una estupidez.
—Te dije que estaba bien buena—fue lo que dijo.
Arremetí contra él. Lo golpee en las costillas, el estomago, la mandíbula, golpee su cabeza contra el suelo, rasgué cada centímetro de su piel con mis golpes.
Lo inmovilicé bajo mi cuerpo.
—Escucha bien lo que te voy a decir, porque no voy a volver a repetirlo—dije, apretando su garganta con fuerza. Rixon reía, pero estaba nervioso—Ella es mía, ¿de acuerdo? Si vuelves a acercarte a ella, te arrancaré las piernas. Si te atreves siquiera a mirarla, te arrancaré los ojos. Y si tienes intenciones de tocarla, te juro entonces, que voy a matarte con mis propias manos. ¿Te ha quedado claro? No te quiero cerca de ella—gruñí.
Lo solté, y me levante, limpiando mis manos ensangrentadas.
—Mierda, Patch, tardaré semanas en curarme. Esto alejará a las chicas—dijo él.
Pues bienpensé.
Me alejé de él en dirección a la salida del Delphic. En cualquier minuto darían entrada a los humanos al parque.
Consulté mi reloj y me di cuenta que Nora no me había llamado aún. ¿Por qué no lo había hecho? De seguro estaba tratando de reprimirse. Si, eso es lo que pasa. Llamarápensé.
Me subí a mi Ducati Streetfighter y aceleré en dirección al salón de Bo., donde seguro me esperaba algo bueno.
Al llegar al lugar, me adentré en él colocando un billete de veinte dólares en la mano del portero. Seguí mi camino sin detenerme dándole a entender que se quedara con el cambio. Bajé a la sala de billares, y me encontré con que un grupo de tipos que creían tener apariencia mortal me esperaba. Sonreí para mis adentros al ver sus rostros. Pensaban que me intimidaban.
—Buenas noches, caballeros—dije, sonriendo ante la palabra "Caballeros"
—Vaya, Albert nos ha dicho que eras realmente peligroso, pero no te ves lo suficientemente fuerte para serlo. ¿Seguro que sabes jugar Billar? Esto no es un juego de muñecas—dijo el más grandote.
No entendí exactamente que tenía que ver la fuerza con el juego, pero reí incrédulamente con su suposición de que no era "fuerte".
—Algún día dejaré que te hagas tus propias ideas—prometí.
Tomé el taco de billar de siempre, y lo preparé para la jugada.
—Y bien… ¿De qué estamos hablando? —pregunté.
—Un yate—dijo uno de ellos.
—Pensé que habría algo más valioso. —dije.
— ¿qué más puedes querer? —preguntó otro de ellos.
Dirigí mi mirada al fondo, donde un grupo de mujeres se encontraban observándonos. Bueno, observándome a mí, para estar claros. Les sonreí.
Entre ellas se encontraba una pelirroja de mediana estatura, sus cabellos estaban claramente con un falso rizado. Contuve un gemido de sorpresa. Me recordaba a… Nora.
Volví a revisar mi teléfono y no había llamadas aún.
— ¿Y bien? —preguntó el mismo tipo de hace un rato.
—No importa. El yate es suficiente—dije, volviendo al juego.
—Bueno, ¿Qué apostaras tú? —preguntó otro de ellos.
—No creo que sea necesario apostar nada, ya que no seré yo quien pierda. Pero si tanto quieren saber… una Ducati Streetfighter—dije.
—Prepárate a perderla entonces.
Sonreí. Era agradable apostar contra alguien tan arrogante. Hacía que el juego se tornara un poco divertido. Mi teléfono sonó.
— ¿Si? —contesté, sin mirar el número.
—Llamo para ver si podíamos quedar esta noche. Dijiste que estabas ocupado, pero…
Tuve que utilizar todo mi autocontrol para no explotar en carcajadas.
—Nora. —Contesté, con un suspiro de alivio y diversión. — Creí que no llamarías nunca—Le dije, recordándole sus palabras.
—Bien. ¿Podemos quedar o no? —preguntó.
—Resulta que no puedo—dije, observando a lo tipos que me miraban frustrados.
— ¿No puedes o no quieres? —preguntó, exasperada.
—Estoy en medio de una partida de billar—dije, conteniendo la risa aún—Una partida muy importante.
— ¿Dónde estás?
—En el salón de Bo. No es la clase de sitio que frecuentas—dije.
Me pregunto si tu testarudez te traerá aquípensé.
—Entonces hagamos la entrevista por teléfono. Tengo un par de preguntas…
Colgué. Tenía poco tiempo para terminar la partida antes de que Nora llegara.
—Bien, terminemos con esto—dije.
Unos 30 minutos después, ya era dueño del yate.
Y Nora aún no aparecía.
Otro grupo de tipos fornidos se acercó para apostar un Ferrari Italia Turbo 480.
Estaba a punto de hacer el tiro ganador, cuando escuché mi nombre.
— ¡Patch!
El taco resbaló entre mis dedos clavándose en la mesa. Mierda.
Inmediatamente entré en la mente de todos los que me rodeaban, haciéndoles ver que había ganado. No quería perder mi Ducati.
Fijé mi atención nuevamente en Nora, y observé que el Portero estaba tratando de sacarla del lugar. Sonreí.
—Está conmigo—le dije al tipo, notando que la sujetaba.
Suéltala Rugí en su mente.
Pareció desconcertado un segundo, y aflojó su agarré. Ella se aprovechó de eso y se acercó a mí, liberándose de los pétreos brazos de aquel hombre.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al verla, y seguí sonriendo.
—Perdona por colgarte. La cobertura aquí no es muy buena—dije.
Me di cuenta de que teníamos demasiado público. Miré a nuestros espectadores y les di a entender que aquí sobraban.
Uno a uno, se fueron alejando del lugar. El último de ellos chocó con Nora, y la hizo trastabillar. Tuve que apretar los puños y concentrarme en mantener la calma para no saltarle encima aquí mismo y partirle el cuello.
Sacudí la cabeza dándome cuenta de lo que había pensado. ¿Qué estaba pasando conmigo?
— ¿Bola Ocho? —Preguntó. — ¿Cómo están las apuestas?
Sonreí. ¿Entablando una conversación?
—No Jugamos por dinero.
― Qué mal. Iba a apostar todo lo que tengo en tu contra. ―Levantó su trabajo, dos líneas ya completas―. Unas pocas preguntas rápidas y me voy.
Fijé mi mirada en el papel.
― ¿Cretino? ―Leí en voz alta, apoyándome en el palo de billar―. ¿Cáncer de pulmón? ¿Se supone que eso es profético?
Se abanicó con el trabajo.
― Asumo que contribuyes a la atmósfera. ¿Cuántos puros por noche? ¿Uno? ¿Dos?
― No fumo.
― Mm-hmm. ―Dijo, colocando el papel entre la bola ocho y la morada lisa. Escribió "Si, fuma puros" en la línea tres.
― Estás jugando sucio. ―Dije, sonriendo ante lo que había hecho.
Hace mucho que no sonreía verdaderamente, no recordaba lo bien que se sentía.
― Espero que no te favorezca. ¿Tú sueño más anhelado? ―preguntó.
No lo pensé mucho. Solo tenía un sueño en la cabeza últimamente. Y, para mi agrado, la haría ruborizar.
― Besarte.
― Eso no es gracioso. ―Dijo. El rojo llenó sus mejillas.
― No, pero te hizo ruborizar.
Se sentó sobre la mesa. Cruzó las piernas, usando la rodilla como tablero de escritura.
― ¿Trabajas?
― Limpio mesas en el Borderline. El mejor mexicano en la ciudad.
― ¿Religión?
Bueno, esa no era mi pregunta favorita. Pero casi esperaba que la hiciera. Puse una mano en mi mandíbula como si estuviera pensando.
― Religión no... Culto.
― ¿Perteneces a un culto? ―parecía sorprendida.
― Y resulta que tengo necesidad de sacrificar a una mujer sana. Había planeado seducirla para que confiara en mí antes, pero si estás lista ahora...
Sabía qué pensaría que me estaba burlando de ella. Nunca creería en la verdad de mis palabras.
― No me estás seduciendo.
― Todavía no he empezado.
Saltó de la mesa y me encaró. La proximidad envió chispas ardientes a mi estomago.
― Vee me dijo que vas en último curso. ¿Cuántas veces has suspendido la biología de segundo año? ¿Una? ¿Dos?
― Vee no es mi portavoz.
― ¿Estás negando haber suspendido?
― Te estoy diciendo que no fui al instituto el año pasado. ―Una vez más, creyó que mentía.
― ¿Faltaste sin autorización?
Tenía la necesidad de responderle sinceramente. Bajé el taco de billar y le hice señas para que se acercara, tal y como hacen los niños cuando quieren contar un secreto. No se acercó.
― ¿Un secreto? ―Dije en tono confidencial―. Nunca antes he ido a la escuela. ¿Otro secreto? No es tan aburrida como esperaba.
Miré su rostro y contuve una sonrisa, sin mucho éxito.
― Crees que estoy mintiendo.
― ¿No has ido a la escuela, nunca? Si eso es cierto, y tienes razón, que no creo que la tengas, ¿qué te decidió a venir este año?
― Tú.
Sabía que eso la haría sentir asustada. Me arrepentí luego de haberlo dicho, pero solo un poco. Era la verdad, pero no quería que saliera corriendo… quería mantenerla allí, de alguna manera.
― Esa no es una respuesta de verdad.
Me acerqué a ella lo suficiente como para que solo hiciera falta una inclinación, si quería besarla. Y quería.
― Tus ojos, Nora. Esos fríos ojos gris pálido son sorprendentemente irresistibles. ―Incliné la cabeza a un lado, estudiándola desde un nuevo ángulo. Mirando sus labios―. Y esos labios sensuales atraen como un imán.
Antes de que pudiera llevar a cabo lo que quería, se alejó. No sin estremecerse ligeramente. Su cuerpo me correspondía.
― Eso es suficiente. Me voy.
Me miró como intentando deducir por qué actuaba así. Supuse que para una humana, mi actitud era sarcástica y engreída. Bien. Eso la mantendría alejada, y así no pondría tantos peros a la hora de matarla.
― Pareces saber mucho sobre mí. ―Dijo―. Más de lo que deberías. Pareces saber exactamente qué decir para ponerme incómoda.
― Me lo pones fácil.
Ella era como un libro abierto, siempre dejaba claro que era lo que le molestaba y lo que no.
― Admites que lo haces a propósito.
― ¿Hacer qué?
― Esto. Provocarme.
Mi mirada que estaba meticulosamente en sus labios, noto el suave fruncimiento de este al decir cierta palabra…
― Repite "provocarme". Tu boca se ve provocadora cuando lo dices.
― Hemos terminado. Termina tu partida de billar. ―me entregó con brusquedad el palo de billar. No lo tomé. Quería que se quedara.
― No me gusta sentarme a tu lado. ―Dijo―. No me gusta ser tu compañera. No me gusta tu sonrisa condescendiente. ―Noté como su cuerpo me decía que estaba mintiendo―. No me gustas tú. ―Dijo, tratando de convencerse más a si misma que a mí, y empujó el palo contra mi pecho.
― Me alegro de que el Entrenador nos pusiera juntos. ―Dije. Pensando en el tipo que se hacía llamar "Entrenador"
― Estoy trabajando para cambiar eso. ―Replicó.
Sonreí ante la idea de que lo intentara. Sabía que el entrenador accedería a su petición, pero si yo influía en su mente, o en la de Nora, eso no pasaría. Mi mirada se desvió a su cabello, y estirando mi mano, dejé caer al suelo lo que tenía allí.
― Un papel. ―le expliqué. Observaba mi muñeca.
― Ese es un desafortunado sitio para una marca de nacimiento. ―Dijo.
Mierda. Bajé la manga casual pero perceptiblemente sobre la muñeca.
― ¿La preferirías en algún lugar más privado? ―pregunté, tratando de distraerla.
Funcionó.
― No la preferiría en ningún sitio. ―Parecía nerviosa―. No me importaría si no la tuvieras en absoluto. ―Realmente estaba nerviosa―. No me importa tu marca de nacimiento, punto.
Bien. Ya tenía suficiente.
― ¿Alguna pregunta más? ―Pregunté―. ¿Comentarios?
― No.
― Entonces te veré en bio.
La vi vacilar, como si quisiera decir algo más. Luego de que se lo pensara mejor, salió disparada hacia la salida.
La observe fijamente hasta que la vi desaparecer.
AnnieGrinton
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