Patch
inició un suave, pausado y ferviente ritmo con mi cuerpo sobre el suyo. Era él
quien controlaba cada avance. Con manos seguras en mis caderas hacía que mi
cuerpo subiera y bajara sin problemas, como si pesara menos que una pluma.
Mi
sexo rodeaba por completo cada centímetro de su larga y gruesa erección. Patch no contestó, ocultando
cualquier tipo de expresión. Pero perdí la noción del tiempo cuando o mi cuerpo
hormigueo violentamente con la llegada de otro orgasmo. Clavé mis uñas en su
espalda mientras respiraba con dificultad.
-
Patch, por favor… ¿Qué me estás haciendo? –pronuncié con atropello mientras
iban desvaneciendo las sacudidas de mis espasmos.
-
Algo que deseamos los dos desde el principio.
Limpió
con sus pulgares las lágrimas que resbalaban por mis mejillas, producto de la
maratón de ardiente deseo que acababa de hervir mi sangre una vez más y por la
expresión de Patch no parecía que sería la última. Y… ¡Oh Dios!, sabía
perfectamente que cumpliría su secreta promesa.
-
Eres tan pequeña… y estrecha. Tus sedosos músculos internos me rodean con tanta
fuerza –murmulló–. Cualquier hombre se correría pocos segundos después de
entrar en ti.
Hizo
una mueca, por primera vez, de disgusto al pronunciar estas últimas palabras.
Era evidente que la sola idea de que pudiera compartir todo aquello con otra
persona lo ponía enfermo.
-
Pero yo no soy como los demás, ¿verdad? –rió con ironía. Tristeza–. Nadie nunca
te hará sentir lo que estamos compartiendo hoy. Quiero que lo recuerdes, ángel.
Nadie.
-
Nunca habrá nadie más -me incliné hacía él desesperada para sellar con un beso
me promesa.
Serio,
Patch ahueco mi rostro y me besó tan fieramente que apenas podía respirar.
Abandonó mi boca y descendió con su lengua por la barbilla hasta llegar al
cuello. Chupó aquella vulnerable zona. Se detuvo lo suficiente para
deslizar de nuevo su lengua por el valle que se extendía entre mis pechos.
-
¿Te gusta lo que te hago? –dijo con su aliento pegado a mí piel.
-
Si, mucho. Mas… por favor.–supliqué, acariciando su espalda, seguido de sus
hombros, agarrando con energía su pelo, recorriendo su nuca… No quería perder
el contacto con su cuerpo.
-
¿De verdad? –su risa vibró en mi garganta, donde posaba en aquel momento sus
labios de nuevo. No dejó tiempo para mi
respuesta. De manera impredecible me liberó de su invasión. Mientras salía del
centro de mi feminidad ambos pronunciamos un gemido de dolor al romper la
unión.
Se
levantó lo suficiente tan solo para cambiar de postura. Me acostó sobre el
sillón, de espaldas. Se coloco sobre mi cuerpo como pudo. Atrapó mis manos y
las alzó por encima de mi cabeza, sujetándolas con determinación con tan solo
una de sus poderosas manos.
Me
sacudí con alarmante inquietud al verme tan expuesta y atrapada debajo de él.
Tragué saliva con fuerza. Mi pecho subía y bajaba
apresurado, en el instante que Patch se apretó mucho más a mi calor. Metió con
descaro una de sus piernas entre mis muslos, abriéndome para él y haciéndome
consciente de su todavía endurecida y larga excitación. Me tensé dolorosamente. Con
tirantez. Patch amarró con mayor fuerza mis manos, evitando que pudiera
zafarme de su nudo. Ambos jadeábamos atropelladamente. Patch estaba tan excitado, que
su fragancia era como un afrodisíaco. Ese dulce olor a menta y jabón.
-
Tu cuerpo está muy rígido, Nora –afirmó mientras colocaba en medio de nuestros
cuerpos su mano libre y la dejaba resbalar por cada rincón hasta llegar a mi
hinchada, empapada y palpitante entrada.
-
¡No, estoy bien! –intenté gritar con convicción–. Quiero seguir, por favor…
-pedí mientras levantaba las caderas para frotarme con su sexo.
-
Relájate. Si no, será muy doloroso y tendré que parar –soltó una maldición
entre dientes–. Y sinceramente… no creo que pueda.
-
¿Qué me sucede? –sollocé.
-
Shh… -secó con sus labios el rastro de de las lágrimas desramadas por mi
rostro–. Es tu necesidad, Nora. Mi necesidad. Me perteneces. Eres mía… -hubo un
silencio–. Al menos ahora, en estos momentos. Solo quiero vivir cada segundo de
este presente que estamos viviendo aquí, a tu lado –resopló con pesar–. El
futuro… ¿Quién sabe? Solo me importas tú, aquí y ahora.
-
No quiero un futuro sin ti… Te amo tanto –ronroneé sobre él, con el rostro
enterrado en el hueco de su hombro, aspirando con la nariz su sensual y
caliente aroma.
Totalmente
aturdida mí cuerpo se aflojó, se relajó. Sin desaprobar sus palabras y como
acto reflejo mis músculos obedecieron a sus palabras.
-
Yo también te amo, no quiero que olvides eso nunca –besó tiernamente mi frente. Patch con su mano incansable y
exploradora, tiró suavemente de los cortos risos de mi pubis. Me quejé, pero no
de dolor precisamente, era una sensación agradable, sensual.
Siguió
con círculos a través de mi clítoris para terminar separando los labios de mi
vagina. Gruñó con indolente satisfacción al comprobar mi humedad y latente necesidad
por tenerlo clavado en mi interior.
-
Respondes también a mis caricias.
Colocándose
bien entre mis muslos y separándolos con impaciencia me penetró de un solo
movimiento. Formé un impecable arco con mi espalda, estirando la cabeza hacia
atrás todo lo que pude emitiendo un largo gemido. Tiré de mis brazos para
agarrarme a algo firme. La cabeza me daba vueltas. Recordé con consternación
que los tenía por encima de mi cabeza, aún prisioneros.
Patch
acompaño su gemido con una imprecaría. Realmente debía estar haciendo un
sobresfuerzo por no tirarme al suelo y hacerme suya como un verdadero
endemoniado. Sus rasgos eran tensos, duros. Verdaderamente si mis sospechas
tenían algún fundamento por mínimo que fuera, verlo en su autentica naturaleza
sexual tendría que ser un increíble espectáculo, sin mencionar las horas de
recuperación que vendrían después "¿Un verdadero espectáculo?" Pensé
de nuevo. La boca se me secó, pero… si realmente ya lo era.
-
No pienses, tan solo déjate llevar –impulsó sus caderas enterrándose todavía
más hondo, con apremiante calma. Chillé cuando lo noté tan
profundo.
-
Encajamos tan bien. Tu húmedo y estrecho interior se abre para mí y me aferra
con tanto poder… -su voz sonaba algo quebrada, pero insistía en disimular su
tono– .Teniendo en cuenta este punto podrías terminar con la diversión en pocos
segundos –rió con dulce burla, al tiempo que entraba y salía de mi cálida
cavidad con tormentosa lentitud.
-
¡Patch! –le recriminé, intentando ocultar mi risa entre los jadeos que
escapaban de mi garganta mientras Patch seguía moviéndose encima de mí. Siempre
era fantástico verlo bromear.
-
No bromeo, Nora. Lo digo en serio.
-Vanidoso
–le espeté elevando mis caderas para notarlo hasta el final.
-
Puede ser… pero te gusta. Dime si estoy equivocado –me desafió lamiendo con su
lengua mis labios para seguido abrirse camino entre ellos y saborearme.
-
Mmmm… ¿Qué? –había olvidado la… ¿Pregunta?
Volviendo
a la realidad sacudí la cabeza, no quería pensar en los siglos que había tenido
para practicar y perfeccionar dicho asunto y por lo visto se había empleado a
fondo.
Pero
era su pasado. Los celos no serían lógicos, a fin de cuentas había dos cosas
muy claras en el mundo. Puntos de vista bastante machistas, sí, pero
lastimosamente era algo que estaba implantado en la sociedad. "Un hombre
sueña con ser el primer amante de una mujer, y la mujer desea ser la última de
sus amantes". No podía negar que me gustaba
la idea de haberle entregado a Patch mi virginidad. Lo quería como el primero,
el único y el último de mis amantes. A nadie más. Solo él. Su mirada era contenida y
quería ayudarlo.
-
Suéltame, Patch. Quiero tocarte, quiero…- Se detuvo de inmediato. Tensó
y, clavó su mirada llena de fuego en mis ojos.
-
No he sido lo que se dice “delicado” desde el principio. Debes
estar algo dolorida y si a eso le sumamos que es tu primera experiencia…
-exhaló apesadumbrado–. Perdería el control del todo con tal solo sentir el
roce de tus caricias.
-
No lo hagas, me refiero a que no pongas barreras ni autocontrol –le pedí con
innegable persuasión.
-No es seguro –cerró los ojos e inhaló–. Me has aceptado esta noche
tal y como te he pedido. Exigiéndote te he tomado como un bárbaro. Y… -acercó
su aliento a mi cabelló y aspiró su olor–. Nunca había estado tan a gusto con
una mujer en mis brazos y eso me provoca un deseo salvaje, casi animal. No
sabes todo lo que se me pasa por la cabeza que me gustaría hacerte –levantó la
cabeza con una seria burla–. En algunos países sería incluso hasta ilegal,
Nora.
Debería
sentir miedo por aquellas palabras, pero solo pensaba en darle a Patch todo lo
que quisiera de mí. Y si tenía que ser implacable en la intimidad, pues
adelante. Suspiré.
-
No me voy a romper no… Gruño exasperado.
-No sigas por ahí, Nora. No cuando estoy al límite. Soltó mis muñecas de su prisión
y salió de mi interior, dejándome vacía y llena de anhelo. Intentó incorporarse
y apartarse de mi lado.
-
¡No te contengas! –grité-. Se que no me harás daño.
-
Soy un desgraciado... Ahora daría cualquier cosa por volver hacer el amor
contigo. Es una agonía.
Estaba
rígido por la tensión que le producía el control que estaba ejerciendo sobre su
pasión desencadenada.
-Pues hazlo –lo animé. Con un gruñido profundo se
abalanzó sobre mí y cogió mis nalgas desnudas con fuerza. Mi cuerpo vibró. Respiré con dificultad.
Volví
a sentir aquel húmedo cúmulo de sensaciones salvajes que él me desencadenaba.
Me sentía deseada, lo podía ver en sus ojos que no se apartaban de los míos.
-
No sabes lo que estás haciendo... –murmuró.
-
Pero sé lo que quiero… y es a ti, Patch –arqueé levemente mi cuerpo.
Provocándolo a que me tomara. Separó un poco más mis muslos y
colocó su verga a la entrada de mi sexo. Con un sonido gutural se hundió dentro
de mí humedad con su firme y dura virilidad. De una sola y potente embestida,
haciéndome gritar. Me debatía entre el placer y el
dolor.
-
Es demasiado tarde para arrepentimientos –aseguró.
Sacó
con deliberada lentitud su miembro hasta asomar el glande, y volvió a penetrar
con mayor fuerza. Sentí el calor del cuerpo
vigoroso y masculino de Patch tomándome por completo.
-
No me arrepiento de nada. El instinto hizo que me
ofreciera, levantando mis caderas.
-
Por favor, no pares… -supliqué. Rodeé sus caderas con mis piernas.
-
No podría –rió y llevó sus labios a los míos un instante.
Agarrando
el peso con sus brazos, Patch se inclinó y se enterró hasta el fondo. Sus embestidas
aumentaron en potencia y velocidad, casi de manera enloquecida, salvaje.
Metiendo y sacando su verga hasta lo más profundo con enérgica fuerza. El sofá vibraba bajo nosotros a
causa de sus embates castigadores. Me aferré a su espalda, clavando mis uñas en
él. Jadeaba descontrolada, con mi aliento en su cuello.
Patch
gimió.
-
Me gusta sentirse así.
Sus
movimientos aún más rápidos y frenéticos iban acompañados de gemidos que
actuaban como estimulantes eróticos en mí deseo. Mis respuestas y las suyas eran
cada vez mas enfebrecidas y acaloradas. Patch se movía dentro de mí, creándome
una necesidad insaciable que ardía en mí interior.
-
Mmm creo que en estos momentos no te llamaría ángel –su voz excitada sonaba
graciosa.-
- ¿A, no? Pues tú eres todo un demonio.
–contraataque con humor, desplazando mis manos por sus costados hasta llegar a
su buen formado trasero y apretarlo con ganas.
Soltó
una carcajada. - No soy un santo y la prueba
está en que estoy pervirtiendo a un ángel –se recreó con mis caricias
atrevidas.
Descendió
una mano hasta mi clítoris y lo masajeó, mientras continuaba con sus sacudidas
y aumentaba el ritmo acelerado de sus caderas, dibujando con precisión las
caricias de su mano en mi sexo. Saboreando el momento, me
condujo inexorablemente hacia el clímax final. Mientras los temblores y
espasmos del orgasmo duraban mordí su hombro. Patch metió su falo unos
segundos más con penetraciones aún más rápidas y me siguió con su liberación,
inclinando la cabeza hacia atrás con un ronco grito. Besó mi frente al tiempo que
salía de mi interior.
-
¿te he hecho daño? Recreé cada empuje de sus
caderas, cadencioso y cada vez más veloz.
-
Sentí morir de placer, ¿eso cuenta?. –reí ruborizada.
Con
aire de autocomplacencia sonrió. - Supongo que sí –suspiró.
Cerré
los ojos y lo abracé, desesperada por el contacto con él y sentir su cuerpo
desnudo sobre el mío. Pasados unos minutos Patch se incorporó y me tomó en
brazos y se encaminó hacia una puerta que estaba situada al otro extremo de la
habitación.
-
¿A dónde vam…? –mi pregunta quedó incompleta tras atravesar la puerta.
Mis
ojos contemplaron un descomunal dormitorio. Elegante. Equilibrado. Un estilo
sencillo, sobrio, no tenía detalles recargados aunque ni de lejos se acerca al
minimalismo. Nada de colores estridentes, como el resto de la casa -lo poco que
había visto hasta ahora-, su gama pasaba de tonos claros a negros.
Tragué
saliva de manera audible cuando mi mirada se detuvo en la enorme cama que
ocupaba la parte central de la habitación.
-
¿Una cama? –enarqué una ceja incrédula. Patch me recostó con mucho
cuidado sobre la cama.
-
Sí. –respondió con sorna. Adelantándose a mis
pensamientos continuó. - Ha sido mucho más divertido
hacerte el amor encima de la mesa y sobre el sofá –su sonrisa era extrañamente
divertida–. De todas formas ángel, nos queda comprobar lo confortable que puede
ser esta cama, ¿qué opinas?
S.M. Afonso
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