27 de diciembre de 2013

Retenida Bajo la Oscuridad- Cap. III




Me sobresalté cuando escuché abrirse la puerta del conductor. De soslayó comprobé como mi secuestrador de esa noche, se apeaba del jepp y se echaba andar hasta perderse de mi vista. La noche a esas horas estaba ya demasiado renegrida como para distinguir algo a dos palmos de narices en el exterior.
Además, al igual que el motor, las luces del coche también se hallaban completamente apagadas.

Un golpe secó a mi costado me hizo gritar del susto, pero antes de que me pusiera a vocear pidiendo auxilio como una histérica, entendí que se trataba de Patch. De alguna manera eso logró tranquilizarme, aunque era un consuelo un poco estúpido teniendo en cuenta que nuestro reencuentro transcurría en términos nada halagüeños.

-Ven conmigo –anunció con sequedad mientras de forma rápida y con auténtica pericia me sacó del jepp casi en volandas.

Una vez fuera, aferré los extremos de mi camisa rasgada e intenté taparme juntando ambos lados todo lo que pude, algo prácticamente inviable cuando tan solo contaba con una mano.

Olvidando por unos instantes este hecho, forcé la vista para escrutar el lugar exacto en el que nos hallábamos. Era absolutamente imposible. El maldito cielo encapotado no facilitaba la tarea.

Sujetada por la muñeca por Patch, este comenzó andar de manera inconmovible unos pasos por delante de mí, llevándome casi arrastras, ya que yo no podía seguir su ritmo. A lo de no ver bien, había que sumarle las heridas y el agotamiento de mi cuerpo.

-Para, por favor… -rogué.

- Estamos llegando –soltó sin detener el paso, ni voltearse.

Tenía frio y me dolían los pies, lo que dificultaba que pudiese andar correctamente, y menos cuando no alcanzaba a visualizar el terreno en el qué me movía.

Tropecé con algo, probablemente una pequeña piedra, pero fue más que suficiente para perder el equilibro. Cuando pensé que mi cara besaría el irregular suelo, unos brazos fuertes me sostuvieron justo a tiempo para evitar tal desenlace.

-¿Qué ocurre? ¿Es qué no puedes caminar? –preguntó acusador, pero noté también en seguida, como me estrechaba más contra la seguridad de su cuerpo, y como sus manos descaradas buscaron mis nalgas.

-Yo… estoy cansada –admití con sinceridad cerrando los párpados.

En un santiamén sentí como Patch me aupaba para llevarme en brazos. Cuando nuestros rostros estuvieron de nuevo uno cerca del otro a escasa distancia, contemplé esa mirada perversa como el manto de una noche llena de muerte, pero también sobre todo, discerní un brillo aciago en sus ojos. Una infelicidad tan manifiesta que me quebró por dentro, haciéndome estremecer de arriba abajo.

No sé cuanto caminó, yo simplemente me había dedicado a enterrar mi cara en el abrigo de sus músculos y esa sensación reconfortante me había evadido por completo de la realidad. Al menos hasta que fugazmente me pareció reconocer el…

«¿Delphic? ¿La caseta que llevaba hasta el apartamento de Patch? ¿Era allí donde estábamos?».

Un escalofrío se apoderó de mí ser cuando me asió de sus brazos. Me sentí huérfana sin su piel calentando la mía.

Cerré los ojos odiándome por ser débil cuando era más que obvio, que él no veía aquel pequeño encuentro como algo maravilloso. Todo lo contrario, daba la impresión de…
«¿Odiarme? ¿Ser mi enemigo?».

Cuando enfoque de nuevo la vista al frente, me topé con la mirada oscurecida de Patch, solo que más que contemplarme como a un rival que había que aplastar, me observaba incitante, con un brillo voraz que me dejaba totalmente desnuda ante él.

Su vista tomaba muy buena nota de mis pechos envueltos por el sujetador. Todo gracias a mi camisa rota.

Ruborizada me apuré a aferrar ambos lados y cubrirme todo lo que me era posible. Esto hizo que Patch soltara una carcajada presuntuosa.

-Me parece muy hermoso tú pudor, pero sí nos hemos acostado ya antes –se aproximó y me arrancó las manos de la prenda, manteniéndomelas apretadas a ambos costados de mi cuerpo y así poder disfrutar de la visión que había intentado privarle por todos los medios-, supongo que te habrás desnudado para mi, ¿o es que lo hacíamos vestidos? –se reía, lo sabía, pero aún así tuvo la delicadeza de no romper en una risotada.

-Las cosas son diferentes, han… cambiado –balbuceé al ver que el muy descarado no se molestaba ni un poquito en apartar la vista de mis senos para disimular.

Al escucharme simplemente se encogió de hombros y con displicencia aseguró:

-Bueno, podría ser –elevó una mano hasta mi mejilla para comenzar una deslizante caricia que lo llevó hasta uno de mis pechos, donde pellizco el pezón a través de la fina tela-, pero podemos… recordar los viejos tiempos también, ¿no crees? –inquirió con resolución y su boca se curvó maliciosa.

- ¡No! –me sacudí para que zafarme, pero Patch parecía hecho de granito. Inmovible.

-¡Tranquila! –bramó, dejando claros indicios de que sí seguía poniéndoselo complicado y creando rabietas, me lo haría pagar… muy caro.

Instintivamente mis articulaciones obedecieron y no ofrecí más resistencia, simplemente me quedé paralizada, contemplándolo con cierto resquemor.

-Bien, así me gusta –celebró colando las manos por el interior de mi camisa y así trazar mi espina dorsal de arriba abajo-, que te muestres servicial –y cuando se detuvo en el cierre del sostén, temblé.

-No… no, por favor –rogué con la esperanza de que no siguiera jugando más conmigo-. Aquí… no –quizás sí no lo rechazaba del todo se cansaría y me dejaría en paz.

Dejando asomar su sonrisa de pillo se inclinó y susurró en mi oído:

-Puedo solucionar eso, y te aseguro que la próxima vez, de lo que menos te vas a preocupar será del lugar –sentenció separándose de mí y riendo con ganas.
«¿Próxima vez? ¿Qué quería decir con eso?».

-Vamos –dijo Patch sacándome de mis reflexiones.

Esperaba para que bajara por la rampilla, por el túnel que conducía hasta ese oculto hogar que tenía bajo la superficie del Delphic. Al cerciorarse de que no reaccionaba y que sigua en el mismo sitio sin moverme, me advirtió, o más bien… amenazó.

-Te estoy ofreciendo una oportunidad, niñita. No creo que tú… ejercito de Nifilim esté en una situación tan… cómoda como la tuya –el semblante era sobrecogedor-. Te lo volveré a repetir una vez más, y te advierto que se me está agotando la paciencia… O te comportas obediente… –dibujó una mueca burlona llena de oscuras intensiones- y complaciente, o te enviaré de vuelta con mis hombres. Y no creo que sean tan… tolerantes como lo estoy siendo yo contigo.

«¿Qué él era –t-o-l-e-r-a-n-t-e? Debía estar de broma, ¿no?».

Como tardaba, arqueó una ceja retándome a ver sí era lo suficiente estúpida como para enfrentarme de nuevo a él.

«¡Santo cielo, estaba atrapada!».

Resollando molesto, hizo ademán de regresar a por mí y esta vez, y muy seguramente, para cumplir su terrible promesa. Y eso sería similar a una sentencia de muerte.

-¡No! –me apuré a contestar-. Haré lo que me pidas, yo…

Esta vez no ocultó en absoluto la carcajada que brotó de su boca.

-¿Acaso lo dudabas, pequeña? Claro que harás lo que yo quiera y cuando yo, lo desee –alargando una mano en mi dirección-. Ahora ven aquí, quiero llegar al apartamento y darme un baño... -el brillo oscuro de sus ojos se intensificó- caliente… para entrar en calor.

Dudé una fracción de segundo, pero antes de permitirle a mi mente divagar en el significado de las palabras de Patch, me vi aceptando su mano y accediendo, siempre protegida por él, al subsuelo de aquel lugar.

«Definitivamente estaba perdida. Y lo sabía».

S.M. Afonso

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