Mientras nos besábamos, noté como su falo hurgaba ya, en la parte externa de mi vagina, paseándolo por dentro de los labios, y provocándome. Patch silenció mis gemidos de sorpresa y de sobresalto, ahondando más en el beso que nos dábamos.
Me estaba volviendo loca y mi sexo comenzaba a palpitar cada vez más. Lo notaba tan duro…
Friccioné con más fuerza contra su entrepierna, frotándome contra él. Dándole permiso para que me tomara.
El sonido gutural que brotó de su garganta reverberó en el interior de boca.
-¿ Quieres que te folle, preciosa? –dijo interrumpiendo el beso y mordisqueándome el labio inferior.
-Sí… -aquella afirmación sonó más como un gemido desesperado-. Me estas torturando –lo necesitaba, quería sentirlo dentro de mí. La agonía de la espera era insoportable.
-Dobla un poco la rodilla –dijo, acomodándome en la postura que deseaba-. Así… Muy bien.
Para hacerlo más fácil, Patch aferró una de sus manos en mi pierna ligeramente doblada, y buscó la mejor manera para apoyar todo mi peso en él, y así ahorrarme el esfuerzo de hacer malabares para sostenerme únicamente sobre el suelo, con un pie prácticamente.
El agua seguía empapándonos sin cesar. Era como un aliciente más, que me nos arrastraba irremediablemente hacía una marea de fuego abrasador.
Regresando a la realidad, percibí como Patch colocaba su polla en la entrada de mi sexo y hundía escasamente su glande en el principio. Jadeé dificultosamente y la rigidez se instaló de nuevo en todos y cada uno, de mis miembros.
-Estás nerviosa –aseguró besando mi hombro y haciendo un recorrido rápido, eficaz y excitante, con una de sus manos, desde mis senos hasta mi entrepierna. La tensión pareció disiparme un poco, gracias a sus maestras caricias, en los lugares exactos.
Patch era un amante fabuloso, sabía a la perfección como complacer y volver loca a una mujer, entre sus brazos. Como estaba haciendo en ese preciso instante conmigo.
-Mucho mejor –musitó cuando mis gemidos volvieron a inundar la habitación-. Tranquila… No te haré daño.
Acomodó su falo en el portal de mi vagina, emuló pequeñas embestidas sin traspasar más allá de la entrada, con la punta de su polla, y de repente, noté como, con un suave y potente empujón, me penetró.
Grité por la sorpresa, pero también, porque Patch era muy grande. Su verga era larga, gruesa, y en esos momentos, completamente endurecida.
Con la respiración trabajosa, apenas fui consciente de la voz de Patch.
-Estás tan apretada –farfulló retirando su falo, que no estaba enterrado del todo, hacía atrás, al principio-. Pero no es tu primera vez… -señaló, embistiendo ahora con un golpe seco y directo a mi interior, como sí al percatarse de que no encontraría barrera alguna, le hubiese dado la señal que le consignaba tomarme de la forma que quisiera, sin detenerse en sutilezas.
-¡Para, me… me duele! –sollocé con una punzada de dolor cuando se clavó por completo. Él se detuvo.
-¿Cuántas?
-¿Cu… cuantas… qué? –me mordí el labio mientras el dolor remitía.
-Se supone, que esto no debería ser nuevo para ti, ¿cierto? -exclamó irrefutable, sacando su pene del calor de mi interior- ¿Cuántas? –inquirió nuevamente, al tiempo que sumergía por completo en mi interior su miembro sin clemencia.
El aullido de dolor esta vez quedó espoleado por uno de auténtico placer. Tras recuperarme, aclaré, no sin mucha dificultad:
-Hace unos meses tú y yo… -agradecí que no estuviera de cara a él, por el rubor teñía mi rostro-, eh… fuiste mi… mi primera y única vez –recordé como esa «única y primera vez», se había prolongado durante horas. Al final esa noche, habíamos acabado haciendo el amor, varias veces-. Bueno, esa noche…
-Apenas dormiste –resolvió, dirigiendo las manos a mis senos. Seguía inmóvil en mi interior-. Así que fui exigente con una niñata cándida, pura… -adivinó en un tono desconcertantemente concentrado, serio.
Deslizó una mano a mi cadera perezosamente, mimando la piel que encontraba a su paso, y la posó ahí. Retiró la polla lentamente hacia fuera, y con un golpe certero y completo, arremetió de nuevo al fondo de mi interior. De nuevo, el chillido que surgió de mis labios, también vino acompañado por un jadeo de complacencia.
El aliento de Patch llegó hasta mi oído.
-Eres mi redención…
Quise resolver mi curiosidad, pero las palabras quedaron silenciadas en mi boca cuando Patch decidió, al parecer, que basta de charlas, y comenzó a penetrarme, ahora sí, sin detenerse, desde atrás.
Con la respiración descontrolada, en un despliegue de jadeos y gemidos, perdimos la razón, dominados por la necesidad de llegar al éxtasis.
-Pa… -tenía ganas de pronunciar su nombre, de gritarlo mientras me poseía, pero tuve la sensatez de refrenarme.
-Es lo mejor –advirtió. Era evidente que sonaba como sí aprobara mí decisión de no llamarlo, de nuevo, Patch.
Después de este pequeño lapsus, el mete y saca de su polla, que en un principio había sido lento, pero con embestidas potentes hasta el fondo, se había convertido en arremetidas rítmicas que con cada minuto aumentaban en velocidad.
-Te follaré tan duro –anunció roncamente acariciando con su nariz mi cuello y oreja-, que aún me sentirás clavado en ti, durante días.
Esa frase me excitó doblemente. Sonaba muy erótica pronunciada desde su boca.
¿Deseas sentirme durante días a… - llevó una mano hasta mi clítoris, esa zona que quedaba libre de las embestidas que continuaban sin cesar, y lo tocó con abrumadora precisión-, aquí?
-¡Oh! Yo… -entre que lo sentía tan profundamente enterrado con aquel inagotable coito, y que además, sumó a esa deliciosa tortura la pericia de su mano, estaba enloquecida, y eso se notó cuando le supliqué-: Sí, por favor… Quiero sentirte dentro de mí, ahora… -los desesperados gemidos, sentenciaban por breves instantes mis palabras al olvido-, mañana… pasado… Siempre.
-Lo sé, por eso estas aquí –señaló, arrogante.
Me aferró más contra él y empujó en mi interior de manera más tempestuosa, haciéndome ascender y precipitarme, hacía un precipicio que parecía no finalizar jamás.
-Me sujetas con tan fuerza en tu interior –siguió, hundiendo el rostro en mi cabello-. Y hueles tan bien… Me gusta.
Aunque apoyaba con brío, mis manos cerradas casi en puños contra las baldosas resbaladizas, estaba claro que sí aún me sostenía erguida era gracias a Patch, porque mi cuerpo era como mantequilla derretida al sol. Un sol que ilumina la oscuridad en una noche sin luna.
Con consternación, noté como las oleadas de placer quedaron interrumpidas cuando Patch paralizó su miembro, y segundos más tardes, lo sacó de mi sexo.
Me había llevado a la enajenación, a un estado de rendición, casi de sumisión, por lo tanto, mi voz era como un sollozo rasgado cuando hable:
-He hecho algo… mal –gimoteé preocupada por qué mi poca experiencia sexual, lo disuadiera a continuar.
Perturbada, y atrapada en la niebla de la pasión, lo incité moviendo mi trasero contra su polla para incrementar la presión, desvergonzadamente.
-Shhh… tranquila, preciosa –me calmó en un tono lacónico. Algo divertido por mi total entrega al acto.
Ayudó a mí cuerpo tembloroso, cuando me instó a darme la vuelta hacía él y me miró fijamente a los ojos, ahora que estábamos, uno frente del otro.
Acarició con una mano mi mejilla y explicó:
-Solo quiero mirarte a la cara mientras… te follo –dijo sin inflexión, mientras sus manos indagadoras trazaban un recorrido por mí cuerpo, por todo aquello a lo que tenían alcance-. Ver tú expresión cuando… -percibí como su verga hacía presión en mi vientre. Seguía estando duro como una piedra-, cuando te corras.
Y dicho esto, me aupó entre sus brazos, y con completa maestría y sin esfuerzo aparente, se hundió lentamente de nuevo en mi interior.
-Sí –accedí jadeante.
Me aferré más hacía él, deseosa de fundir mi suavidad contra tanta fuerza masculina.
-Nora, así… rodéame con tus piernas por la cintura del todo –celebró cuando obedecí. Igual que cuando un adicto necesita su dosis diaria-. Así… Ahora, acerca tú boquita a la mía preciosa, y bésame.
Mis labios, tímidamente cubrieron los suyos, pero Patch desechando esa forma ralentizada, plenamente candorosa, separó con brusca decisión mis labios. La invasión de su lengua fue abrumadoramente sensual, consiguiendo, que involuntariamente me frotara contra él e insolentemente, agitara mis caderas, urgiéndolo a que se moviera dentro de mí.
El gruñido de Patch, a pesar de que tenía su boca ocupada con la mía, sobresalió de manera audible, por encima de cualquier ruido.
La boca tibia de Patch, se trasladó a la curva de mi cuello, mimándolo.
-Sin prisas, cariño –rió socarrón, utilizando ese adjetivo cariñoso, que muy seguramente, para él, no significaba lo mismo que para mí-. Quiero disfrutar de ti. No tenemos prisa, ¿verdad?
Totalmente enferma de pasión, negué con la cabeza.
-No me hagas esperar –me arqueé contra él, ubicando mis pechos a su vista y a su alcance-. Me torturas…
-No tanto como tú a mí –musitó con la tensión dibujada en sus rasgos, como sí estuviera controlándose.
Hambriento, Patch inclinó su boca a uno de mis pezones, lo rodeó con la lengua, lo chupó y succionó dejándolo adolorido. Rodeé con mis brazos su cuello atrayéndolo más hacia a mí para que tomara todo lo que quisiera.
Con la cabeza oculta entre mis senos, mientras los colmaba de atenciones, me agarró con determinación y con sobrecogedora ansía, por las nalgas, y retomó el mete y saca de su polla. Entraba y salía con urgencia, como sí nunca tuviera suficiente, y con cada embestirá buscara más, exigiera más. Poseyéndome con una cadencia desbordante, ávida de rabia. Casi hasta lo oía maldecir en medio de aquel manto velado de lujuria, por la inesperada debilidad que estaba demostrando conmigo.
-Sí -gemía entrecortadamente, echando la cabeza hacia atrás mientras él apretaba hasta llegar al fondo-. Hazme el amor…
-Es solo sexo, niñita –interrumpió él, buscando mi mirada bajó la deliberada crudeza de sus ojos negros-. Solo sexo –repitió, con semblante sardónico.
El dolor de esa satírica afirmación fue como un puñal en mis entrañas, y seguramente las lágrimas surcaban mis mejillas, pero el agua que caía de la ducha, me permitía camuflarlas.
Quise ladear la cabeza para no mirarlo, quise apartarlo de un empujón, golpearlo… Quise poder hacer un millón de cosas en esos momentos, pero la realidad fue que Patch, intensificó el ritmo de sus arremetidas, y sus caderas chocaban con las mías, mientras de forma casi salvaje me penetraba.
-Nora, mírame –dijo sereno, pero no por eso menos severo, ya que yo hacía todo lo posible por evitar el contacto visual-. Quiero verte a los ojos mientras te penetro –continuó, clavándose más duramente en mi vagina.
Grite e involuntariamente mis dedos se enredaron en el cabello oscuro y mojado de Patch, recreándose en su sedosa textura, pero más que nada, porque sentía mí cuerpo desmadejado, y temí desplomarme.
Los ojos de medianoche de Patch, brillaban como diamantes mientras mí interior apretaba con agonizante fuerza su pene, recibiéndolo y acobijándolo con deleite traicionero, cada vez que entraba en mí, una y otra vez.
-No –gimoteé por ser tan endeble y cumplir todas y cada una, de sus órdenes.
Siénteme como me entierro tan profundamente dentro de ti.
Con la fiereza de sus acometidas, mis senos danzaban provocativamente ante sus ojos.
-Tienes unas pechos preciosos –aplaudió con voz ronca, y de forma fugaz mordisqueó las puntas rosadas y tiesas, de mis pezones, acelerando los embates casi hasta la locura.
-Por favor…
La tensión iba creando una espiral en mí vientre mientras ascendía en una carrera frenética, y un estallido punzante, casi doloroso explotó en mi interior, cubriendo cada célula de mi cuerpo en deliciosos espasmos, haciéndome gritar.
Patch me había hecho llegar a un clímax devastador. Me había hecho descender al mismísimo submundo para traerme de vuelta, al paraíso terrenal.
Envuelta en esa nube de sensaciones, Patch buscó su propia deliberación, y escasos minutos más tarde, se paralizó y su polla permaneció incrustada dentro de mí.
Un sonido gutural salió de su boca, mientras me abrazaba y hundía su cabeza en el arco de mi garganta.
-Ángel… -musitó débilmente.
Las caderas de Patch permanecían moviéndose leve y ligeramente hacia delante y atrás, sin salirse del húmedo calor de mi entrepierna, mientras los ecos del orgasmo se iban disipando poco a poco. Como sí se negara a abandonar la unión de nuestros cuerpos tan íntimamente enlazados.
Cuando la bruma del éxtasis fue evaporándose, trayéndome de regreso a la realidad de mis actos, de los de Patch, parpadeé azorada, y sobre todo, llena de confusión cuando de sus labios brotó: «Ángel».
Era la primera vez durante esa noche, que pronunciaba ese apelativo con reconocimiento, con ternura. Igual que la noche que habíamos compartido juntos, unos meses atrás, cuando… hicimos el amor por primera vez.
-¿Cómo has dicho? –exclamé enjuagando las lágrimas, y aprisionándolo todo lo que podía contra mí.
Rogaba porque Patch hubiese vuelto, y no ese extraño, que al parecer, solo codiciaba saciar su tórrida lascivia en mí. Al cual yo tontamente le había hecho el amor, mientras que él…
Capté la tensión de sus músculos contra mi piel.
-¿Qué? –se separó lo justo, y me lanzó una mirada que se demoró un instante estudiando mis facciones. Augurando mis pensamientos y emociones, posiblemente.
Será mejor que descanses –dijo, con renovada hostilidad, ignorando mi pregunta.
Algo terrible refulgió en sus ojos oscurecidos.
Con una mueca de desgana, salió de mí palpitante e sensibilizada intimidad, en un silencio tedioso, y me dejó allí, con el agua de la ducha aún empapándome por completo.
Tomó una toalla para secarse mientras enfilaba hacía el dormitorio, sin ni siquiera mirarme una vez. Pero algo llamó por encima de todo mi atención por unos instantes, a parte de su fornido y atlético cuerpo. Su espalda. ¿Dónde estaban las cicatrices? Su piel lucía tersa, lisa, inmaculada bajo su tono bronceado.
Unas dudas que no me sirvieron de mucha distracción, porque cuando al fin estuve sola, me derrumbé hacía el suelo mojado de la bañera. Sentándome, llevé mis rodillas hacía el pecho y me abracé las piernas. La angustia de lo sucedido se posó ante mí y las tristeza arrasó con todo a su pasó. Ni siquiera sabía ya, sí lloraba, o sí era tan solo producto de esa maldita lluvia artificial, lo que descendía por mi rostro.
Unas manos me elevaron, y me ayudaron a ponerme en pie con suavidad. Era Patch.
Hora de que salgas de la ducha.
Cerró el grifo, me aupó lo necesario para sacarme de la bañera y con cuidado, me dejó sobre el suelo, erguida delante de él. Cogió una de las toallas negras que traía consigo, y comenzó a secarme con lentitud, con una delicadeza sorprendente después de lo sucedido.
En un estado de aletargo, con un cuerpo entumecido por la pasión de esa noche, lo contemple interrogante, exhausta, mientras continuaba secándome. Reparando con atención en los rasguños y/o hematomas que hallaba a su paso. Como sí en secreto sopesara la posibilidad de que él hubiese sido el culpable de esas heridas. Algo que parecía atormentarle, por lo visto.
-¿Te duelen? –dijo, acariciando serio, uno de los morados.
-No –respondí negando con la cabeza-. Se irán en unos días.
-Sí –reafirmó meditativo. Centrado en alguna reflexión oculta.
«Y yo me creía bipolar». Medité un humor ácido.
-Te llevaré a la cama –fue la tranquila respuesta que dio antes de cogerme en brazos, envuelta en una enorme toalla, y encaminarse a su habitación.
Mí pulso estaba acelerado y mi corazón latía con tanta fuerza, que retumbaba una y otra vez, en mis oídos. Me costaba escuchar otra cosa.
Con armoniosa facilidad, me colocó entre las cálidas sábanas de la reconfortante cama, se sentó a mi lado, y me quitó inexorable, la tela mojada con la que había limpiado mi cuerpo, dejándome completamente desnuda ante él.
Los ojos de Patch llamearon en una mezcla de lascivia y condena.
«No pensaría seguir…».
Poniendo los ojos como platos, trague saliva para deshacerme del nudo que se había alojado en mi garganta.
Como había sido siempre costumbre él, supo a la perfección lo que divagaba por mi mente, y con una sonrisa, que no le llegó realmente a los ojos, dijo:
-No te preocupes, no voy a intentar nada. Estás agotada y necesitas dormir –extendió una mano hasta mi mejilla e inició una caricia, que fue trazando poco a poco por mi silueta. Deteniéndose y alargando más los segundos, cuando llegó a la zona de mis pechos, que aún continuaban sensibles, enrojecidos e hinchados-. Tal vez más… tarde.
Reprimí un gemido intentando que no me afectaran sus insinuaciones.
-Necesito volver a…
Silenció mi diatriba con un beso breve, para morder y lamer a continuación, mi labio inferior, y apartarse en seguida. Como sí no quisiera tentar y/o poner a prueba, su autocontrol.
-De eso nada –sentenció, tapándome a regañadientes con las sábanas de seda negra-. Quiero verte aquí cuando vuelva –advirtió irguiéndose del colchón y caminando hacía una cómoda, buscó en su interior y sacó una camiseta limpia y seca, del mismo tono que sus pantalones, negra.
-Yo soy su líder… -murmuré acurrucándome por debajo de las mantas, raramente adormecida.
-No por mucho más tiempo, Nora –aseguró, colocándose bien la ropa. De soslayó advertí que guardaba algo también, en la parte trasera de su cintura.
«¿Un arma?». No, no podía… Bostecé.
«¿Qué me estaba pasando?». Los parpados se me cerraran, era como sí me hubiese bebido algún tipo de narcótico.
Somnolienta lo llamé equivocadamente:
-Patch… regresarás, ¿ve… verdad? –farfullé casi en el duermevela con los parpados cerrados.
Percibí apenas una caricia en mi cabello.
-Todo acabará. Me ocuparé eso…
Volaba hacia el lugar donde habitan los sueños, por lo tanto, la voz de Patch me resultaba difusa, espectral, se entrecortaba... Como llegada desde otro plano.
-Combatiremos, pero no hoy, ni mañana…
El último pensamiento que tuve antes de que la oscuridad me atrapara por entero, fue como una sentencia de muerte.
«Enemigos…».
Nada había cambiado. Patch y yo, seguiríamos siendo rivales hasta el final de la lucha, en un mundo demasiado codicioso para ser generoso.
FIN
S.M. Afonso
No, definitivamente, Patch no es así, no me gusto.¡Sorry!
ResponderEliminarEs un fanfic linda, los personajes no tienen necesariamente que conservar su misma personalidad. :(
EliminarOh por supuesto que es un fanfic, pero por UNA RAZÓN nos enamoramos de Patch Y esta no es :)
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