Intenté
forcejear y escapar de su presión, pero Patch era muy fuerte y por lo visto no
estaba dispuesto en aquellos momentos a ceder terreno. Me rendí. Respiré profundamente
obligándome a no perder la calma.
-Patch yo… -mi voz apenas era audible y mi
cuerpo comenzaba a temblar–. No sé si pueda darte lo que quieres –intenté hilar
las palabras correctamente una tras otra.
- Te quiero a
ti ángel. Lo demás no importa -hizo una pausa.
Soltó una de
sus manos dejando la otra sobre las mías, continuando con el amarre al que me
había hecho prisionera. Acariciando con la yema de sus dedos comenzó a descender. Primero
por el brazo, seguido de la clavícula, el pecho, la barriguita, las caderas…
¡Dios santo! Sus manos quemaban, haciendo estremecer mi cuerpo con cada
contacto.
- Eres mía,
ángel –aseguró inclinando la cabeza para ponerse a mi altura y poder ver mi
expresión. Llevó su mano libre hasta mi pecho izquierdo–. Tu corazón es mío…
También quiero tu cuerpo, ángel. Quiero estar dentro de ti… -explicó con voz
ronca.
- Te
refieres… -trague saliva, no sabía exactamente qué decir.
Hablaba de
pasar la noche juntos, como amantes, como… Y si realmente lo que quería con todo
aquello de "quiero tu cuerpo" era poseerme, entrar en mi interior y….
Negué con la cabeza. Era ridículo. Menudas tonterías se me pasaban por la mente, Patch, aseguraba que podía
sentir, al menos en ese momento como cualquier otro humano, además él nunca
haría eso al menos que fuera una cuestión de vida o muerte como aquel fatídico
encuentro con Chauncey en el instituto donde... Me removí, no quería seguir
pensando en todo aquello.
- ¿Realmente
crees que quiero raptar tu cuerpo para pasearme con él por ahí? –arqueo una
ceja con cara divertida.
¿Qué comía
para ser adivino? Era evidente que para Pacth yo era tan trasparente como el
agua y eso en muchas ocasiones era bastante frustrante.
- Es muy
tierno ver cómo te sonrojas –con su mano libre tiro una de las tiras de mi
camiseta, dejando al descubierto mi hombro y lo besó–. Mi idea de esta noche no
es precisamente que te conviertas en mi Nefilim. Se pegó mucho más, haciéndome
consciente de su colosal miembro erecto y duro contra mi vientre. Mi pecho se
movía contra el de Patch. Cerré los ojos.
- Eres tan
dulce. Ni siquiera eres consciente de lo que puedes provocar en un hombre.
De manera
inesperada y de un asalto metió uno de sus muslos entre mis piernas, abriéndose
paso, empezó a frotar mi entrepierna. Noté como el calor subía por mis
mejillas. Apreté con fuerza la boca para no ponerme a gritar como una posesa
ante el doloroso placer. Pero fue difícil no arder cuando de un único y preciso
movimiento de presión contra mi clítoris me elevó unos pocos centímetros
obligándome a ponerme de puntillas. Haciéndome vergonzosamente gemir ante la
desconocida sensación.
- N… no
–tartamudeé.
- No, ¿qué?
–intervino ahogando una risa.
- Estás
disfrutando de esta situación, ¿verdad? –me sentía tan vulnerable que apenas
podía oírme.
- Oh, sí
–afirmo con mordacidad–. Pero sabes una cosa… dentro de un rato me divertiré
mucho más.
Luché por
zafarme, empujarlo. Mis esfuerzos caían en saco roto.
- Te gusta
ver… -trague saliva con dificultad al notar como friccionaba con descaro su
muslo entre mis piernas- ¡te gusta verme atormentada!. -le grité antes de que
me fallara la voz. Se
detuvo de inmediato. Se separó un poco para mirarme a los ojos con gesto
severo.
-
¿Atormentada? –su tono era de incredulidad. Resopló.
Llevó su mano
disponible a mi cuello, bajando lentamente por el valle entre mis pechos hasta
tocar mi abdomen, y… Abrí los ojos de par en par cuando introdujo su dedo
índice y corazón en el interior de mis vaqueros, justo en el pubis, por encima
de mis braguitas. Me estremecí por tal atrevida acción. Respiraba sofocada. Patch río por mi reacción.
- Así que
atormentada, eh –apartó la mano. – Sabes… -pegó sus labios a mi oído y
susurro–, yo tengo otro punto de percepción. Tortura no es precisamente lo que
sientes en estos momentos –bajó la cabeza un poco más y lamió mi cuello en una
prolongada caricia.
Noté como mis
piernas se aflojaban. A punto de caer. Como una muñeca de trapo. Patch sabía
perfectamente que no era indiferente a sus provocadores juegos. Me liberó de
entre su muslo y pasó su brazo por un lateral de mi cintura.
- Te pediría
que me dijeras si tengo razón en lo que te acabo de decir, pero creo que tu
cuerpo habla por sí solo –dijo insolente, riendo.
Me puse roja
como un tomate.
Como siempre, él tenía razón.
- Eres un
poquito creído, ¿no? – Respondí airada. Soltó una carcajada.
- Nora,
verdaderamente me gustaría seguir viendo como luchas por llevarme la contraria,
pero tengo en mente otro entretenimiento –apuntilló con sorna.
- Otro
entretenimiento…. –repetí aturdida. Puse en orden mi mente. ¡Oh Dios mío!. Nerviosa, ¿le habría
montado aquella escena de niñita enfada porque sabía realmente a donde iba a
conducir todo aquello? ¡A su cama! No podía estar muy equivocada, pero y si… Me recorrió un escalofrío ante
la idea al darme cuenta que yo también lo deseaba. Lo miré con anhelo.
-Quieres decir…- Me estrechó aún más fuerte
contra él sin darme tiempo a terminar mi frase. En cualquier momento se
cortaría mi respiración, comenzaba a hiperventilar. Apoyó su frente junto a la
mía.
- Ángel…
quiero hacerte el amor –su voz era muy dulce–. Te necesito ahora, en estos
momentos. Te deseo. Quiero cubrirte con mis besos y caricias, para que queden
marcadas para siempre en ti.
No podía
articular palabra. Patch me pedía que fuera suya y sinceramente ya no tenía
voluntad para rechazarlo, deseaba aquel momento igual o más que él. Por muy
enfadada que estuviera cuando llegué a aquel ático en el que me había citado
esa noche, no podía negar que mi cuerpo lo reclamaba y quería fundirse en el.
- J… Jev
–pronuncié sin querer ese nombre que formaba parte de su vida, de su historia,
con voz suave envuelta en un suspiro, apoyando mi rostro en su pecho. Sentí como el cuerpo de Patch
reflejaba la victoria. Salía triunfador. Había apostado y ganado. Debía
recordarme a partir de aquel momento no apostar nunca más en su contra. Dejó caer su mano, liberándome
por completo de su cadena. Tomó mi rostro con ternura entre sus dedos y lo
estudió con atención. Mi cara debía ser todo un poema, llena de nervios pero
también de impaciencia por sentirme completamente suya.
- Patch, será
m… mi pri… primera vez –sentía que el corazón me iba a estallar.
- Lo sé, Nora
–no podía ocultar lo mucho que le gustaba que mi vida sexual fuera tan escaza,
o mejor dicho, inexistente–. Todo irá bien, déjame a mí –con su mirada intentó
trasmitirme seguridad, y me besó.
Su beso lleno
de intensidad y erotismo hacia que mis piernas flaquearan. Sentí como su lengua
buscaba la mía para juntas comenzar un juego interminable. Sus manos
descendieron hasta el final de mi espalda, quizás algunos centímetros más
abajo. Detuvo aquella invasión en mi boca, para rozar con sus labios y nariz mi
cara, hasta regresar de nuevo a mi labio inferior y sellarlo con un delicado
mordisco. Tiró de la parte baja de mi camisa hacia arriba pasando por mis
brazos con firmeza para dejar sobre el suelo aquella prenda de ropa.
- Me gusta
–sonrió socarrón mientras me aferraba dejando un poco de margen para tener
mejor visión. Con su dedo índice dibujó las líneas de mi sujetador de color
blanco.
Comenzaba de
nuevo a hiperventilar y notaba como mi piel se llenaba de un fuego que no podía
ver pero que estaba ahí sin ningún tipo de duda. Sus manos llenas de adoración
tocaron cada rincón semidesnudo de mi cuerpo, hasta llegar a la cintura de mi
pantalón. Metió sus dedos índices atrayéndome más hacia él.
- Quiero que
te abras para mi, sin temor -dijo sonriendo con una expresión sardónica-, no te
haré daño, Nora. Tu primera vez no tiene porque ser una tortura.-añadió burlón–.
Haré que te guste.
Tenía mis
brazos descansando sobre su torso descubierto. Un torso fuerte y musculoso. Y
parecía que mi estado de conmoción iba en aumento.
- Confío en
ti –respondí.
- Debería
decirte que no lo hicieras, ángel. Ponerte en mis manos –exhaló con malicia y
algo de pesar–, pero esta vez volveré a ser un cretino egoísta. Es por esto por
lo que estás aquí esta noche, te necesito –besó mi frente-. ¿Tienes miedo,
preciosa?
- No, Patch.
Deseo estar contigo –contesté segura. Mi voz era prácticamente un murmullo.
- Dime,
¿quieres que te haga el amor, ángel? –su boca reflejaba una mueca llena de
intención–. Dímelo, Nora -ronroneo inhalando el aroma de mi cuello.
- Si, Patch…
Quiero ser tuya, ahora y para siempre –confesé, no sin sonrojarme. La cara de Patch era una viva
muestra de regocijo y diversión. Me besó con ardiente pasión, como si no
existiera un mañana y llevó sus manos hacia las curvas de mis nalgas y apretó
ligeramente, llevando unos minutos más tarde sus dedos hacia el botón de mis vaqueros
y lo desabrochó con autentica pericia, tirando un poco de ellos, pero entonces
frenó y posó en mi sus ojos tan oscuros como una noche sin luna y sin
estrellas, pero con un brillo especial que lograba que mi cuerpo entrara en
calor en decimas de segundo.
- Nora, rodea
mi cintura con tus piernas –ordenó conteniendo una media sonrisa.
Obedecí.
Cuando estaba envuelta entre sus brazos no pude evitar dar un respingo al notar
la dureza y las dimensiones de su miembro y por lo visto mi reacción le agrado.
¡Era un vanidoso de primera! Pensé inmediatamente tras ver su risita petulante.
Patch examinó
rápidamente la sala, miró de reojo hacia aquel sofá enorme que había en la
habitación. Suspiré. Me llevaría hasta el para dar rienda suelta a nuestra
pasión. Caminó mientras inhalaba el aroma de mi cabello y para mi sorpresa pasó
de largo del sillón hasta llegar a la mesa de billar, colocándome encima de la
superficie sentada y con él colocado entre mis piernas.
S.M. Afonso
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