27 de noviembre de 2013

Cap. V - La Primera Vez de Patch y Nora


Descansó una mano sobre mi vientre, apretando con suavidad toda aquella zona que su miembro había tomado de mí. Ofreciéndome calor. Un efecto calmante.

- ¿Lo notas, ángel? ¿Me sientes dentro de ti? –preguntó sintiéndose dueño y seguro de la situación.

- Sss… sí –lo sentía tan aferrado y poderoso dentro que apenas podía articular palabra.

Tomó de nuevo mis piernas y deslizó su falo hacia fuera. Las paredes de mi sexo temblaban al notar como él se retiraba lentamente, luego empujó en una larga embestida en un golpe largo y completo. Sin poder evitarlo gemí echando la cabeza hacia atrás mientras él apretaba hasta llegar al fondo. ¿Hasta dónde podía llegar? Lo podía notar tan dentro de mí…

- Así me gusta, Nora. No te cierres y el dolor cesará.

Patch no podía controlar su creciente urgencia. Apretando mis muslos los levantó más hacia él mientras empezaba a penetrarme con ritmo, moviéndose de dentro hacia fuera más rápido. Mis manos descansaban a ambos lados haciendo la mayor fuerza por mantenerse firmes en aquella mesa. Apreté los labios intentando reprimir los gemidos, pero era absurdo y Patch lo sabía.

- Bien, Nora. Déjate llevar –repetía entre gemidos.

Arquee la espalda por completo levantándome más hacia él. Sin poder evitarlo no dejaba de gemir descontroladamente mientras pronunciaba su nombre. Su pelvis y sus testículos chocaban sin piedad en el portal de mi sexo mientras me empalaba a un ritmo devastador. El dolor quedaba apagado por el enorme placer que Patch con cada embestida me provocaba. Era un eco que encontraba cada vez que su pene se sumergía por completo en mi interior sin clemencia. Lo apretaba y lo acobijaba dentro de mí mientras me cabalgaba empujando con más fuerza. Ambos respirábamos descontrolados y agitados directos hacia el éxtasis.

- Patch, por favor… -gemía. Me estaba volviendo loca. Mi cuerpo ardía lleno por tanto placer.

- No puedo parar… -parecía descontrolado.

Intentaba ser lo más suave posible pero bombeaba en mi interior sin piedad, de forma casi salvaje, con su mirada hambrienta. Jadeando dominados por la necesidad de nuestros cuerpos hasta llegar al clímax. Unidos. Complementados.

Prácticamente al mismo tiempo. Como una unidad. El orgasmo fue tan desbastador que nos hizo estallar con un temblor violento envueltos en gritos de satisfacción. Mi sexo apretaba con tanta fuerza su miembro que podía notar su liberación corriendo dentro de mí, llenándome. Patch se derrumbó sobre mi cuerpo controlando su peso, ambos con respiración agitada y envueltos en espasmos. Su pene reposando en mi interior. Notaba su aliento y respiración dificultosa sobre mi cabello.

- ¿Estás bien, Nora?

- Mmm… Siento que he corrido una maratón –reí.
Patch sonrió y abarcó con una mano un lado de mi rostro y acarició con sus labios, nariz y mejilla, mi cara. Parecía un gatito ronroneando encantado.

- Siento haber sido tan egoísta. Debí dominarme, era tu primera vez y no podía ser tan rudo y… .-

- Shhh… -lo interrumpí con mi dedo en sus labios para que no siguiera por ahí.

- Te amo tanto Nora, que lo último que quiero es hacerte daño.-

- Ha sido maravilloso –tomé con mis manos su cara–. Yo también te amo.

Lo besé. Nos besamos. Saboreando cada segundo. Imitando con nuestras lenguas el coito que hasta hace muy pocos minutos nos hizo arder unidos íntimamente.

- Quisiera quedarme así contigo para siempre -lo abracé.
Acción que me recalcó que aún continuábamos unidos. Patch rió con esa mirada picara y alzó una ceja. Se incorporó por completo.

- Puedo arreglar eso. –retiró lentamente de mi interior su verga a mala gana.

Cuando lo hizo sentí que me quedaba vacía, anhelando que estuviera por siempre enterrado dentro de mí. Me tomó en brazos. Los dos totalmente desnudos y caminó hasta llegar aquel enorme sofá que se hallaba en la habitación. Se sentó y con cuidado me colocó a horcajadas sobre él.

¡Oh Dios! Al verme cara a cara frente a él, expuesta mi desnudez, de forma irracional después de lo que acabamos de vivir juntos en aquella mesa, me ruboricé como una tonta y de manera inconsciente intenté cubrir con las manos mi cuerpo. Patch sujetó mis muñecas para impedírmelo y en ese pequeño forcejeo comprobé como volvía a ponerse duro como piedra. Abrí los ojos de par en par al notar la evidencia de su disposición para volver a hacer el amor.

- Eres preciosa, y además, no creo que vaya a ver algo que ya no haya visto -su voz era dulce pero con un toque de reprimenda. ¿Es que era inagotable?

- Quiero más de ti, ángel –dijo con sus labios sobre mi piel. Besando mi cuello.

Tragué saliva y me mordisqueé el labio inferior planteándome si podría tener más sexo esa noche y no terminar en urgencias por un desgarro. Por varias razones, Patch era muy grande, mi cuerpo era novato en estos temas y para finalizar precisamente suave no podría llamarse la palabra para definir como habíamos hecho el amor. Pero… ¿Para qué negarlo? Lo deseaba tanto. Y al igual que él, quería mucho más esa noche. ¡Y todas!

- Prométeme, que mañana podré andar –bromeé. Patch soltó una carcajada.

- Te lo prometo Nora. Nunca he deseado tanto a una mujer como te deseo a ti.

Me besó apasionadamente, con un gesto que indudablemente quería expresar su posesión sobre mí. De forma descarada con su lengua en mi interior recreó aquella danza erótica que unos instantes antes había llevado a cabo en lo más profundo de mi intimad. Alcé las manos hasta sus musculosos hombros para abrazarlo con fuerza. Me di cuenta entonces que mi tacto en su espalda no me transportaba a sus recuerdos. ¡Ah, claro!, debía ser otro de los requisitos, –o regalos.

- "obsequios de la casa". –Dijo Patch sobre mis labios.

Nada podía distraer o interrumpir esa noche. Dejé de lado mi reflexión, cuando hambriento de deseo, Patch tomó con sus manos mis senos, que debido a la excitación los notaba pesados. Mis pezones se erguían de nuevo para él.

- Me vuelves loco. Te haría el amor toda la noche -gruñó con la boca en mi garganta antes de descender hasta mis pechos.

- No pares… -le pedí.

Me atormentaba con el placer de su boca en mis pezones, jugueteando con su lengua y con sus dientes sobre mi piel tan sensible. Gemía por tal oleada de sensaciones. Llevé mis dedos hacia su pelo y lo aferré con fuerza contra mí, invitándolo a que no se detuviera. Para incrementar aún más el enloquecedor placer, Patch bajó una mano hasta mi entrepierna haciéndome gimotear de gozo con aquellas caricias tan expertas. Mi cuerpo revivió con una inmediatez casi dolorosa y una intensa punzada de deseo que hizo que mis músculos se contrajeran. Una dulce agonía de deleite que me dejaba sin aliento provocándome oleadas de éxtasis.
Jadeaba con mis labios pegados a su hombro. Aprisionado con mis manos su espalda. Mi deseo iba aumentando hasta un grado casi insoportable y de forma desinhibida empecé a mover las caderas a un ritmo que acaba de descubrir aquella misma noche.

- Como sigas moviéndote así Nora, no tendré control y te tomaré sin piedad -rugió entre dientes con agonía.-

-Por… por favor –imploré. Patch lamio el lóbulo de mi oreja izquierda, pegó sus labios a mi oído y susurró.-

- ¿Me estás rogando, ángel?...-

- Yo… -la garganta se me secó mientras lo miraba con ciega pasión.-

- Quieres más –contestó él con satisfactoria convicción.
Entonces tomó mi mano y la llevó hacia abajo, hasta su dura, larga y palpitante erección, asombrándome y sobresaltándome.

- Quieres que te tome de nuevo, ¿verdad? –Pregunto con una sonrisa vibrantemente divertida –. Que te posea.
De tamaño considerable, la piel de su miembro era suave como el terciopelo y estaba caliente y muy tensa. Estaba envuelto aún también con la miel y la humedad de lo que había sucedido en la mesa de billar, cuando estuvimos unidos tan íntimamente.

- Acaríciame, Nora. -Alcé la mirada hacia Patch con abrumadora timidez.

- Yo te enseñaré –respondió con voz ronca. Apoyó su mano encima de la mía y guió mis movimientos. Arriba, abajo. Estaba tan duro como piedra e hirviendo.

Continué acariciándolo imprimiendo un ritmo suave. Patch abrió un poco la boca y un gemido escapó de sus labios, mientras se balanceaba ligeramente.

- Nora –sus ojos negros como el azabache resplandecieron con inmensa lascivia. Me guió para que centrara la fricción en la cabeza de su pene y lo presionara con mayor fuerza. Patch echó la cabeza hacia atrás y soltó un largo gemido que acompañó a continuación de una maldición.

- No puedo esperar más, no contigo –me apartó la mano de su erección, como si mi tacto quemara.

Temblé, quizás no lo estaba acariciando bien, quizás…- Lo … lo siento. Puedo…

Patch detuvo mis palabras llevando mi mano hasta su labios y lamió la mezcla de nuestros sabores. Mordisqueó mis dedos y terminó con un enfebrecido beso justo en el anillo que tenía grabado nuestros nombres. "Nora y Jev". Probé el acaramelado sabor de nuestra pasión en su boca.  Haciéndome abrir los ojos de par en par. Aquel gesto resultó muy erótico.

- Lo estás haciendo muy bien… solo que… no tengo el suficiente autocontrol contigo, cuando te tengo tan cerca o cuando me tocas –su rostro parecía tenso, atormentado, como si se le fuera la vida en dominar sus instintos.

El rubor recorrió mis mejillas. La oscura vibración de su magnetismo era muy potente al tiempo que peregrinó con manos insistentes mi piel. Desde la cabeza, bajando lentamente hasta tocar su propia verga. Tanteó con su poderosa erección mi húmeda abertura. Dejé escapar un pequeño grito. Me ayudó a levantarme lo suficiente para introducir unos pocos centímetros en mi interior su pene. Gruñó.

- Sujétate fuerte a mí, Nora –se recostó un poco hacia un extremo del sofá, quedando casi acostado conmigo encima de él, a horcajadas.

Nerviosa y con el corazón desbocado intenté no moverme, evitando que se clavara por completo en mi interior.

- ¿Así…? –pregunté acalorada.

- Sí. –respondió con insolente sonrisa mientras pellizcaba uno de mis pezones–. Móntame, Nora. Cabálgame.

Anhelando lo que me ofrecía apoyé mis manos sobre su pecho y me deslicé con total lentitud hacia arriba y hacia abajo. Pero no por completo. Hasta la mitad de su longitud. Repetidas veces. Patch apretaba los dientes con evidente agonía en su cara. Me detuve y lo miré con cara de disculpa a aquellos ojos tan oscuros como una noche de invierno.

- Hummm… Como sigas así conseguirás hacerme enloquecer –lamentó ahogando un gruñido.

- Quizás necesite unas lesiones más –mostrándole la mejor de mis caritas de niña buena acompañada de un rubor. 

Insinuándole también sin pensarlo con aquellas palabras que estaba más que dispuesta a que aquello se volviera a repetir y que él fuera mi instructor en esa materia. Quería hacer el amor con Patch todos los días de mi vida.

- Mmm… creo que no me importaría repetir curso en esta asignatura contigo como profesor –dije retraída pero con valor.

Patch reía indolentemente. - Es adictivo, ¿verdad? El sexo. Una vez que lo pruebas quieres más, sobre todo cuando hay sentimientos. Cuando haces el amor.

Recorrió con las yemas de sus dedos mis pechos, bajando por los laterales de mis costados hasta posar sus fuertes manos en mis caderas, rodeándolas hasta llegar a mis nalgas. Las masajeó con deleite para a continuación ahuecarlas y con firmeza y sin dificultad alzarme hasta salir casi por completo de su falo.

- Como nosotros ahora… -Y entonces Patch con un único movimiento me empaló hasta el fondo. Penetró mi carne íntima, cálida y húmeda, con su virilidad firme y dura. De mi garganta brotó un estallido de dolor que se desvaneció al instante, dejando entrar sensaciones de vehemencia y frenesí. Patch ladeó un poco la cabeza, dejando escapar un estallido. Satisfacción. Angustia.

- Me gustaría tanto tenerte así por siempre.


- Hazlo y no me dejes. Nunca –murmuré mientras me mordía el labio intentando acallar mis gemidos.

S.M. Afonso

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