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Patch… -me mordí el labio inferior inquieta por lo que al parecer, se le estaba
pasando por la mente-, ¿aquí?
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Bésame –exigió con codicia ignorando mi pregunta.
Le
besé tiernamente pero Patch quería más y profundizó con sus labios y su lengua
en los míos como todo un depredador, un animal. Mi aupó de nuevo como una niña
pequeña para ayudarme a que mis pies tocaran el suelo y mientras seguía comiéndome literalmente la boca sus manos se
apoyaron con ferocidad en los huesos de mis caderas para enredar sus dedos en
la tela de mis vaqueros y echar hacia abajo la prenda de ropa hasta los muslos. Me alzó con seguridad otra vez
y me acopló de nuevo entre aquella mesa y él. Bajó la vista hacia mis piernas y
sonrió mientras me sacaba por completo aquellos pantalones, arrastrando con
ellos mi calzado también, dejándome ante él tan solo con un conjunto de
braguitas y sujetador, ambos de tonos blancos. Me observó con ojos llenos de
lascivia logrando por supuesto que me sonrojara.
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Mi ángel –musitó. Patch acarició con las yemas de
sus dedos mis pernas y muslos atrayéndolos con firmeza a ambos lados de su
costado. Avanzó con su roce subiendo por cada rincón de mi cuerpo hasta llegar
a mi sujetador. No dudó ni un segundo y con un movimiento ágil lo desabrochó en
la parte posterior tirando de él hasta dejar al descubierto mis pechos. Cubrió
uno con su mano ¡Dios mío!, ya no recordaba como se respiraba.
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Eres preciosa… -sonrió mientras con su mirada descarada recorría mi cuerpo–. Te
deseo tanto, no sabes cuánto tiempo llevo esperando esto –ahora hablaba rozando
sus labios en los míos–, no quiero que tengas miedo -alzó un lado de la
comisura de sus labios mostrándome una media sonrisa.-
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Esto es totalmente nuevo para mí. –suspiré.
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Seré el maldito canalla que le robe la virginidad a un ángel –sonrió con un
humor negro–. Me gusta eso, Nora -aseguró ahora dulcemente.
Patch
clavó su mirada hasta la única prenda de ropa que me quedaba, para verse
aplastado contra mi sexo. Lo notaba duro. Friccionó con más fuerza su
entrepierna, se frotaba y no cesaba con sus movimientos. ¡Dios Santo!, sentía que me
estaba volviendo loca y mi sexo comenzaba a palpitar. Posó sus manos en mi
cintura hasta llegar a mis nalgas cogiéndolas con ferocidad y alzándome hacia
él. Rodeó con sus dedos en el borde de mis braguitas y las deslizo hacia los muslos,
dejándome ahora sí, desnuda ante él por completo. Me ruboricé. Noté como Patch empezaba a
respirar descontroladamente y como cerraba los ojos con fuerza.
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Debo controlarme, ángel. No quiero hacerte daño –gruño en un tono salvaje–. No
a ti.
Me
removí inquieta. Él me aferró más fuerte y me quitó por completo aquella
insignificante prenda interior.
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Tranquila, pequeña. No te asustes.
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Patch, no tie… tienes porque hacer… esto –pronuncié con agitación.
No
quería verle luchar para controlar su naturaleza por temor a hacerme daño, o
quizás… ¿podría ser que no era lo suficiente buena para él? Seguramente sus
amantes habrían sido mujeres con experiencia en este terreno. Yo no tenía
ninguna.
No
puede ser. Intenté apartarme de él, pero Patch no me dejó.
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Quieta, Nora –parecía una orden.
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No quiero que te sientas obligado a nada, Patch –mi voz sonaba rota–. Suéltame.
Arqueó
una ceja llena de incredulidad.
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¿Obligado? ¡Oh, vaya! Es todo un castigo tener en mis brazos a la persona que
más he deseado en toda mi existencia y hacerle el amor –reclamó con una risita
de diversión-. ¿Crees que no quiero esto?
Llevó
su boca a uno de mis pezones, lo rodeó con la lengua, lo chupó y succionó
dejándolo tieso. Rodeé con mis brazos su cuello atrayéndolo mas hacia a mi para
que tomara todo lo que quisiera. La vista se me nubló de placer.
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No quiero que te controles.
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No sabes lo que has dicho, Nora –setenció burlón y con cara de niño malo
mientras levantaba la cabeza para mirarme a los ojos. Patch jugó un poco con el pequeño
capullo de mi otro pecho, tiró de el suavemente y noté como se me endurecía
también bajo sus tacto. Pasó las manos por debajo de mi cuerpo y me levantó,
haciendo que me arqueara encima de la mesa.
Por
debajo de sus pantalones podía sentirlo tan duro y erecto. Deslizo una mano por mi cuerpo
hasta llegar al triángulo de mi sexo. Abarcó con su palma mi intimidad y
después de unos segundos –quizás más- guio un dedo entre mi hendidura. Con su
hábil dedo formo círculos por mi clítoris. Frotándolo y acariciándolo para que
me abriera a él. Podía sentir una humedad
latente por toda aquella zona que Patch había tomado como suya. Continuaba con
aquella ardiente tortura, separaba mis labios vaginales y los frotaba.
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Patch… -intenté pronunciar en medio de un gemido mientras echaba la cabeza
hacia atrás.
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Así, Nora –masculló apretando los dientes sin dejar de excitarme.
No
sé exactamente cuánto tiempo dedicó Patch sin descanso a masajear y martirizar
con dulzura y fiereza cada rincón de mi cuerpo. Mucho. Pero no era suficiente,
ni para él, ni para mi.
Introdujo
un dedo en mi interior y lo movió en círculos. Me quejé un poco con un sollozo.
Patch me miró directamente a los ojos con gesto controlado.
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¿Estás bien, ángel? –rozó con su mano libre mi rostro con veneración.
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Aja –asentí con la cabeza–.
Patch. Acompañó aquella fricción con
un segundo dedo, ambos introducidos hasta los nudillos. Masajeó mis paredes
internas. Gemí y moví las caderas hacia delante y atrás. Prolongando todo
aquello hasta que mi entrepierna se llenaba cada vez más de un húmedo calor y
entonces llegó la explosión con fuertes sacudidas, dejándome en la mesa
completamente dócil para él mientras me recuperaba de los temblores del
orgasmo. Repitió aquella práctica una vez más y otra. Haciéndome perder la
razón y el número de orgasmos alcanzados por sus expertas caricias. Ahora estaba totalmente
preparada para aceptarlo dentro de mi.
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Patch –gimoteé desesperada porque calmara el fuego que había despertado en mí.
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Shhh… Yo también siento lo mismo. Llevó las manos hacía su
pantalón.
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Ya estás lista –afirmó Patch complacido.
Sin
perder un segundo y en un abrir y cerrar de ojos, se quedó completamente
desnudo ante mi. Su pene grueso y largo se
irguió. Y en ese preciso momento solo fui consciente de mi respiración rápida y
agitada.
¿Nervios?… ¡Dios! ¿Podía desgarrarme? Su falo de piel bronceada y al
que se le marcaban las venas, era… demasiado grande. Cuando sintió mi tensión Patch
me dirigió una mirada suplicante. Levanté una mano hacia su torso y lo acaricié
olvidando por completo mis miedos al sentir el contacto de su piel.
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Deberíamos tomar precauciones –inquirí mientras tragaba saliva con dificultad.
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Confía en mí. No es necesario. Ya te dije que alguien de "alto" rango
me debe un favor. Y yo, bueno… no tengo ninguna enfermedad contagiosa, Nora –se
burló–. Podemos amarnos libremente sin preocupaciones.
Asentí
con fe ciega en él. Sonrió como un niño travieso.
Me agarró por debajo de las rodillas y las abrió hacia él un poco más, se
coloco en medio y las alzó, invitándome a rodearle la cintura. Colocó la punta
de su pene en mi entrada. Jugó primero con su miembro en la zona de mi portal
con acaricias atrevidas y provocativas. Cada vez estaba más hinchada,
dura y húmeda. Fue entonces cuando comprendí que Patch quería asegurarse
completamente que mi cuerpo estuviera relajado ante la que iba a ser su
invasión. No quería hacerme ningún tipo de daño, pero… ¿podría ser eso posible?
Estaba claro que Patch sabía muy bien lo que hacía.
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Déjame entrar, Nora –ronroneo.
Su
cuerpo estaba igual de agitado. Con un movimiento lento pero
directo me penetró. No del todo, era mi primera vez y por lo visto un poco
pequeña para abrazar por completo su pene de buenas a primeras. Grité, moviendo un poco las
piernas cuando sentí que Patch derribaba en mi interior un muro con una fuerte
presión.
El
himen.
Mi
virginidad. Mi espalda formaba un arco perfecto y mis ojos vidriosos luchaban
por enfocar. Sollozaba.
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Ángel, se que te duele. Relájate –empujó un poco más con sus caderas.
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P… Patch –ahogue un gemido. Se había introducido por completo después de varios
intentos.-
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Eres tan estrecha… y pequeña –caviló en voz alta.
Mi
cuerpo temblaba mientras en mi interior lo sujetaba con fuerza. Patch se
inclinó y me besó. Ese gesto hizo que se clavara aun más. Me estremecí con la
punzada de dolor. Él También respiraba con dificultad.
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Quédate quieta un poco, deja que tu cuerpo me acepte dentro de ti –me habló con
sus labios junto a los míos.
S.M. Afonso
increible, quiero seguir leyendo :D
ResponderEliminarcuando ponen el siguiente??¡¡
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